Capítulo 12

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Quizás el lugar en el que nos encontrábamos no era el adecuado, la privacidad era inexistente, los demás reclusos podrían oír lo sucedido, lo que me hacía pensar más de la cuenta sobre lo que estaba planeando hacer.

El Coronel me dio la espalda, tenía que detenerlo de algún modo y elegí hacerlo de la peor forma posible.

No era algo sensato y correcto de mi parte, soy un chico que usualmente trata de hacer las cosas lo más religiosamente posible, aunque para momentos como estos mi mente no piensa en religiones, sino que me dejé llevar por la desesperación de retenerlo por última vez.

La posibilidad de ser rechazado me aterraba, mi mente se llenaba de pensamientos contradictorios al observar su espalda alejándose, estaba cerca de llegar a los barrotes, esto ocurría en cuestión de segundos y como no deseaba que se fuera, me quité la ropa.

El llamarlo "Coronel" no funcionó, él no me quiso mirar y eso me daba mayor vergüenza, aun cuando se supone es mejor si no lo hace.

—Ryan— lo nombré, logrando que detuviera su paso casi de forma automática, lo que me permitió acercarme y deslizar mis manos por su espalda.

Él se giró, lo hizo con cansancio y estoy seguro de que deseaba decirme un "Se acabó" e irse como tenía previsto, pero su cerebro pareció desconectarse al momento en el que me observó desnudo.

Su cuerpo y el mío no son muy diferentes, él sabía lo que vería al recorrer mi cuerpo de pies a cabeza, por ello, antes de que dijese algo, lo besé apasionadamente e intenté arrastrarlo conmigo lejos de los barrotes, casi buscando la oscuridad de mi celda.

Él me besaba como si quisiera esto, incluso como si quisiera tocarme, así que intenté acomodarnos en el suelo para tener una despedida adecuada, aunque muy poco romántica.

Lastimosamente cortó el beso liberando un suspiro en el proceso, era evidente que mi presencia lo ponía nervioso, él me deseaba aun cuando soy un chico, pero supongo sus pensamientos le jugaban en contra.

—No...—susurró jadeante— no haré esto...

Él lo decía como si quisiera convencerse así mismo, no era algo que buscara detenerme, sino que eran palabras que usualmente uno se diría así mismo para tratar de calmarse.

Como parecía estar batallando con sus creencias e ideologías, me recosté en el suelo con las piernas abiertas, observando desde abajo como sus ojos seguían el recorrido de mis dedos.

Partí tocando mi entrepierna, deseaba que viese todo mi cuerpo con la ayuda de aquella antorcha apoyada cerca de los barrotes, si bien la iluminación no era excepcional, al menos le permitía ver mis acciones y convencerse de paso que Samantha es un chico.

Como no se iba, imaginé que eso significaba que podría continuar seduciéndolo, algo que hice al llevar mis dedos a mis labios para lamerlos lujuriosamente antes de dirigirlos a mi agujero.

Me sentía un pervertido, me estaba tocando y excitando por su mirada, deseaba que aquellos ojos me vieran por todos lados, que no dejara ningún rincón de mi cuerpo sin ver.

El Coronel se giró, la presión y el nerviosismo de mis acciones lo hicieron girarse e intentar caminar.

No pude evitar sonreír cuándo observé como quedó durante unos segundos con su pie levantado, casi a punto de dar el paso, pensando en que si lo hacía le daba el poder de decidir continuar con su vida y olvidarme.

Eso era lo correcto, él debía irse, retomar su vida como hacía antes de conocerme, trabajar y participar en fiestas donde seguramente conocería a una mujer de su posición, una mujer real que estuviese dispuesta a respetarlo y amarlo por el resto de la eternidad.

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