Capítulo 19

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Hablar con la reina era más fácil de lo que esperaba, ella se mostraba alegre, educada y me dio un recorrido por su jardín, prometiéndome que a la próxima daríamos una vuelta por el castillo.

Como ya eran las seis, una sirviente nos interrumpió cuando me estaba mostrando un pequeño estanque artificial que había mandado a construir para sus peces, ¡tenía unos increíbles! Yo estaba fascinado por lo enormes que eran, además había algunos de varios colores.

Según mencionó, todos habían sido regalados y como no deseaba que murieran, mandó a construir el estanque para que fuese más fácil verlos, incluso para que tuviesen más espacio.

Me gustaba esto, aunque me había olvidado que veníamos a cenar y al ver una mesa llena de servicios, miré rápidamente a Conrad quién disimuladamente se tapó la boca para ocultar sus ganas de reír, por lo visto la expresión que puse en mi rostro al verlo le resultaba graciosa.

La reina me dijo que podía sentarme a su lado, dejando a Conrad frente a mí, ¡yo quería estar a su lado! Quería ver de cerca sus movimientos, aunque nuevamente imite a la reina.

Ella sofísticamente tomó su servilleta para ponerla en sus piernas, algo que imité y pronto observé como nos servían una sopa.

—¿Y bien? —habló el rey, queriendo iniciar un tema de conversación durante la cena— ¿Qué tal estuvo el paseo?

—Querido, solo caminamos por el jardín, no creo que eso se pueda considerar un paseo— comentó la reina riendo.

—El jardín es muy hermoso— hablé tímidamente, el rey me ponía nervioso y no quería estropear esto.

—Le mencioné a la señorita Dafne que quizás, cuando ustedes se casen, pueda tener un jardín como este, ¿verdad que tengo razón, Coronel?

—Por supuesto, si ella lo desea, no puedo decir que no— comentó viéndome con una sonrisa.

—El palacio del Coronel está cerca de aquí, podría visitarnos cuando desee, señorita— me decía amablemente el rey.

—Eso suena encantador, gracias.

—Sí, sería increíble, podríamos hacernos compañía mutuamente mientras nuestros esposos trabajan, mis paseos ya no serían tan solitarios si la señorita Dafne viene a verme— agregó la reina con alegría.

—Con gusto puedo traer a la señorita, majestad— le aseguró Conrad— aunque en realidad no viviremos tan cerca.

—¿Planean mudarse? —preguntó el rey sorprendido.

—Sí, bueno, en realidad queremos vivir en un lugar más pequeño y cómodo— respondió, viéndome con una sonrisa que se reflejó en mis labios.

—Me gusta la tranquilidad del campo, solía estar acostumbrada al ruido de la ciudad, de donde vengo había mucho ruido, caos y podía toparme con toda clase de personas, sin embargo, cuando llegué aquí me sentí extasiada por la belleza y tranquilidad de la naturaleza— fui diciendo mientras me sentía orgulloso de lo creíble que sonaba mi mentira.

—Qué maravilloso, nosotros también tenemos un lugar apartado de la ciudad donde tenemos un poquito de paz— hablaba la reina— entiendo perfectamente que deseen vivir allí, a todos nos gusta la tranquilidad que entrega el campo.

—¿Es una indirecta...? —preguntó el rey temeroso.

—Bueno, llevamos tiempo sin ir a la casa de campo y sabes que me gusta estar allí— le decía la reina, tomando su mano, casi haciéndole puchero para que la llevara.

La reina es una mujer joven, desconozco su edad y preguntar sería inapropiado, sin embargo, entendía su energía y alegría al estar aquí, además como parecía ser una mujer solitaria aún con todos los lujos que tiene, el rey terminó aceptando llevarla hasta aquel lugar del que hablaban.

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