Capítulo 11

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Mis lágrimas de tristeza pronto dejaron de caer por mis mejillas al girarme, notando como cuatro siluetas estaban frente a mí y se estaban frotando las manos debido a lo ansiosos que estaban por tocarme.

Yo estaba sin peluca, debido a la oscuridad no se dieron cuenta de esto, pero al intentar huir, ellos tomaron mi cuerpo y con violencia me despojaron de mis prendas.

Sentí mucho miedo, estaba aterrado por lo que podría ocurrir conmigo, sus intenciones era algo más que evidentes y de sólo pensarlo mi cuerpo temblaba con pavor. Intenté gritar por ayuda, esperaba que cualquier persona cercana a mi habitación pudiese auspiciarme y sacarme de esta horrible situación.

Necesitaba huir, mis gritos fueron cayados gracias a que uno de ellos tapaba fuertemente mi boca, consiguiendo que mis gritos sonaran ahogados y entre lágrimas suplicaba por ayuda, pero nadie lograba oír mis gritos, pedir ayuda mentalmente no servía, nadie podía oírme y a pesar de que en mi mente buscaba misericordia, aquellas asquerosas manos manoseaban mi cuerpo por todos lados.

Estaba hiperventilando, tenía tanto miedo que no podía respirar, mi cuerpo temblaba con horror al sentir como una de aquellas tantas manos bajaban por mi ombligo, ¿Qué he hecho para merecer esto? ¿Por qué siempre debo lidiar con situaciones como estas? Lo peor es que sé perfectamente que no me pasaría esto si ellos me viesen como Charlie.

Casi como un acto de suerte entre tantos lamentos y como si fuese algo que debiese agradecer, una voz asqueada al rozarse en mi entrepierna me salvó.

—¡Es un hombre! —decía aquel asqueroso hombre, buscando con desesperación una vela para encenderla y con eso buscaba comprobar lo que había dicho.

Todos apartaron sus manos rápidamente, sus expresiones asqueadas miraban mi cuerpo con decepción, como si la culpa fuese mía por ser algo que ellos no esperaban. Me miraban con rechazo, ante sus ojos la escoria era yo y no ellos, como si lo suyo fuese menos asqueroso que mi cuerpo temblando de miedo.

—Qué desperdicio de cuerpo— soltó uno de ellos, alejándose mientras los otros se quejaban por no obtener lo que deseaban.

Lo peor es que mientras lloraba, oí las alteradas voces de aquellos hombres diciéndole a alguien "El contrato se cancela, quédate con el dinero"

No sabía quién era la persona que estaba allí, no lograba imaginarme la clase de persona que podría haber planificado toda esta locura, ¿qué tan enfermo o enferma has de ser para planear algo así sólo por dinero? No lograba darme una respuesta de consuelo, en cuanto se fueron me acerqué con las piernas temblando de miedo para ponerle seguro a la puerta, sintiendo que quizás en cualquier momento ellos podrían regresar.

Eso me hizo permanecer toda la noche despierto, estaba hecho bolita en una esquina de mi cama, usando la pared como protección para no ser acechado por la espalda, creyendo e imaginando que aquellas bestias asquerosas podrían cambiar de idea.

Si no fuera porque la señora Paulina vino a verme por la mañana, yo no me habría conseguido tranquilizar ni hubiese conseguido dormir un poco.

Estaba muy asustado, ni siquiera podía recurrir al Coronel, él ya había sido bastante claro con respecto a sus sentimientos por mí, además con lo temprano que era seguramente estaba en la cama con aquella mujer.

La señora Paulina me dijo que me quedara unos días en otra habitación, de hecho, cerró el bar durante 3 días y cuando parecía que ya estaba todo bajo control, mientras yo estaba desayunando en el primer piso, los guardias aparecieron con una orden firmada por el Coronel, quién autorizaba mi arresto de inmediato.

—¡No, no! —gritaban mis amigas tratando de alejarme de los guardias

—Debido a tu manipulación y contradecir los reglamentos de nuestra religión, estás sentenciado a morir en la horca— fue leyendo uno de ellos, mientras el resto me arrastraba para sacarme del bar.

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