XLIII. Desde ahora...

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Época Antigua


Con el nuevo amanecer, el resplandor del sol dorado se filtraba entre las nubes, dispersando las sombras de la batalla que se había librado. Entre el caos y la fatiga, dos almas se encontraron. Sesshoumaru sostuvo suavemente el rostro de Kagome con sus manos, reflejando en sus ojos dorados una profundidad que hablaba de amor y gratitud.

Con un gesto tierno pero lleno de significado, el imponente Lord del Oeste depositó un delicado beso en los labios de su amada sacerdotisa, transmitiendo en ese acto toda la devoción y el aprecio que sentía por ella. Las palabras que brotaron de sus labios resonaron con sinceridad y emoción.

—Gracias por iluminar mi oscura existencia —dijo el albino con una voz serena, pero cargada de un profundo significado. Sus ojos, impregnados de amor, se encontraron con los de su azabache en un entendimiento mutuo y una conexión que iba más allá de las palabras.

La joven futurista en una sonrisa que dedicó a su querido Sesshoumaru, expresaba gratitud y felicidad. En un impulso espontáneo, se lanzó hacia él con entusiasmo, desestabilizándolos ligeramente en un abrazo cálido y apasionado. Sus brazos rodearon con ternura el cuerpo del demonio, mientras apoyaba su cabeza en el pecho de su amado.

Los latidos de su corazón resonaban en el abrazo, creando un vínculo íntimo entre ambos. La calidez del gesto transmitía seguridad y amor mutuo, haciendo que el momento se sintiera atemporal. Kagome se deleitaba en la sensación de estar cerca de su demonio Inu, sumergiéndose en la tranquilidad que le brindaba su presencia.

Sesshoumaru, por su parte, acogió a Kagome con afecto, rodeándola con sus brazos mientras acariciaba suavemente su espalda. Su mirada reflejaba una mezcla de serenidad y profundo afecto hacia la joven sacerdotisa que había logrado iluminar su mundo oscuro con su amor y comprensión. Juntos, permanecieron en ese abrazo, sellando con él una conexión indeleble.

En medio de la escena de amor entre los recién titulados dioses, varios testigos observaban con ternura y admiración. Irazue, la madre de Sesshoumaru, se acercó a la Higurashi Mayor con un abrazo cálido, compartiendo una expresión de gratitud por el lazo que unía a sus familias. La Higurashi Mayor respondió al abrazo con una sonrisa llena de afecto, reconociendo la importancia de aquel momento y la conexión entre sus hijos.

Mientras tanto, Inuyasha rodeaba a Kikyou con sus brazos en un abrazo protector y apasionado, manifestando un amor eterno que trascendía el tiempo y las adversidades. A su lado, Miroku y Sango compartían un momento de ternura, enlazados por un gesto amoroso, reafirmando el vínculo especial que los unía. Miroku tomó a Sango por la cintura y le ofreció un tierno beso, gesto al que Sango respondió con un abrazo cálido y reconfortante.

Las miradas de complicidad entre las parejas irradiaban amor y complicidad, sumándose al aura de paz y serenidad que se esparcía por el lugar. Cada abrazo y gesto de cariño reflejaba la fuerza del amor y la unión de esos seres queridos después de enfrentar tiempos difíciles y peligrosos.

Llenos de alegría y emoción, Rin y Shippö se apresuraron hacia Kagome y Sesshoumaru, ansiosos por abrazar a sus padres. Rin, con un brillo en sus ojos, rodeó a Kagome con sus pequeños brazos, expresando su admiración y cariño. —Mamá, papá, estuvieron increíbles —dijo emocionada mientras abrazaba a la azabache con fuerza, reflejando su orgullo por sus padres y su valentía en la batalla.

Mientras tanto, Shippö, con un gesto de ternura, restregó su rostro contra el de Sesshoumaru, disfrutando del afecto y la calidez que le brindaba su padre. Sesshoumaru, con una expresión serena, acarició suavemente la cabeza de Shippö, mostrando su amor paternal y su conexión con su hijo adoptivo.

Out of timeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora