XXXVII. Kagebōshi

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Época antigua
Sengoku
16 H.

El campo de batalla estaba cargado de tensión mientras la pareja con voluntad de hierro avanzaba hacia Naraku. Sus miradas eran un reflejo de la determinación y el poder que poseían. Kagome, la sacerdotisa más poderosa, sostenía su arco con flechas imbuidas de energía sagrada, mientras Sesshoumaru empuñaba su espada Bakusaiga, lista para la lucha.

Naraku, en su forma más malévola, sonrió con desprecio mientras los observaba acercarse. Con un gesto de su mano, convocó a una legión de demonios para enfrentarse a la azabache y al poderoso Lord del Oeste. La batalla comenzó con un estallido de furia y poder.

La joven sacerdotisa lanzó flechas con una precisión mortal, purificando a los demonios que se interponían en su camino. Cada disparo era una demostración de su control sobre las energías sagradas, y los demonios caían uno tras otro.

El DaiYōkai avanzó con una gracia mortal, su espada Bakusaiga cortaba a través de las hordas de demonios con facilidad. Cada golpe era certero, y el suelo se llenaba de escombros demoníacos. La ferocidad de su ataque era inquebrantable.

El Hanyō, sin embargo, no era un enemigo común. Utilizó su miasma para crear ilusiones y confundir a la pareja. Las sombras se cerraron a su alrededor, pero ambos resistieron con determinación, luchando contra las artimañas de su enemigo.

La batalla se intensificó, con Kagome y Sesshoumaru mostrando su poder en su máxima expresión. El aire vibraba con la energía de la lucha, y los destinos de todos estaban en juego.

Cada movimiento, cada ataque y cada estrategia eran cruciales en esta batalla épica, y el resultado pendía en un delicado equilibrio. La pelinegra y el peli plateado estaban dispuestos a arriesgarlo todo para poner fin a la amenaza del Hanyō Araña de una vez por todas.

Sesshoumaru avanzó con determinación hacia Naraku, su espada Bakusaiga destellando con un poder mortífero. Asestó varios cortes certeros, cada uno más devastador que el anterior. El de ojos rojos gritó de rabia mientras la espada del imponente demonio Inu lo alcanzaba una y otra vez, creando profundas heridas en su forma demoníaca. La batalla estaba alcanzando su punto álgido, y Kagome se preparaba para unirse a la lucha.

Sin embargo, Naraku ya había planeado y previsto la ofensiva del albino. Con una sorprendente agilidad, se retorció y se transformó en una nube de miasma, escapando de los ataques de este.

—¡Mierda, mierda, mierda! Ese maldito —gritó fúrico Inuyasha 

 El miasma se dispersó en todas direcciones, oscureciendo el cielo y ocasionando una barrera entre la chica de la época moderna y su objetivo.

Kagome miró con frustración el lugar donde el demonio araña había estado, pero no se rindió. Sostenía su arco con firmeza, listo para disparar, pero las sombras del miasma dificultaban su visión. Los demonios restantes aprovecharon la confusión para lanzar nuevos ataques.

Sesshoumaru se mantuvo alerta, preparado para proteger a su amada en cualquier momento. A su lado, la joven concentró su poder y disparó una flecha purificadora hacia el miasma, tratando de dispersarlo y revelar a Naraku.

Pero el de cabellos negros no se detendría tan fácilmente. Mientras el miasma se dispersaba, reapareció en una ubicación distinta, su risa retumbando en el campo de batalla. Había orquestado su escape con maestría y se encontraba listo para su próximo movimiento.

La batalla estaba lejos de haber terminado, y la poderosa pareja se preparaba para enfrentar la astucia del Hanyō en un duelo que podría decidir el destino de todos.

La risa de Naraku resonaba siniestra y maligna mientras se movía en el campo de batalla. Kagome y Sesshoumaru se miraron con preocupación, conscientes de que algo oscuro estaba a punto de ocurrir. De repente, detrás del Hanyō araña, una sombra borrosa comenzó a formarse, acompañada de hilos de miasma negro que se retorcían y serpentearon a su alrededor.

El corazón de Kagome latió con fuerza mientras observaba la escena. La sombra que se formaba detrás de Naraku no auguraba nada bueno. Era como si la misma maldad de Akutoshi estuviera surgiendo para reclamar a Naraku. La sagrada mujer entendió de inmediato que estaban a punto de enfrentar una amenaza aún mayor.

La maldad de Akutoshi envolvió a Naraku, absorbiéndolo y fusionándolo en un nuevo ser grotesco. Kagebōshi, un demonio araña del infierno con forma humanoide, emergió con una apariencia aterradora. Sus ojos eran como abismos de oscuridad, y sus extremidades retorcidas eran como tentáculos que se agitaban amenazadoramente.

La aldea entera quedó en silencio, paralizada por la grotesca aparición de Kagebōshi. Los aldeanos miraban con terror mientras el nuevo ser se erguía con una risa maníaca. Sesshoumaru y Kagome se mantuvieron en guardia, listos para enfrentar esta nueva amenaza que había surgido de la fusión de Naraku y Akutoshi.

Kagebōshi miró a los amantes con un desprecio malévolo y habló con una voz que parecía una cacofonía de susurros oscuros. 

—Finalmente, la sacerdotisa y el demonio. Mi poder supera con creces el de Naraku. Esta batalla será el fin de todos ustedes. —aseguró el engendro.

Kagome miró fijamente a Kagebōshi, la intensidad de la lucha en sus ojos contrastaba con la monstruosa figura que tenían delante. Se armó de valor y, con una voz firme, se dirigió al demonio. —¿Quién eres? ¿Y qué es lo que deseas?

El malogrado emitió una risa oscura y distorsionada que resonó en el campo de batalla.

—Soy la manifestación de la maldad de Akutoshi y del deseo de conquista de Naraku. Soy el resultado de una fusión que los unió en una única entidad poderosa. Y tengo planes para este mundo, planes que incluyen su destrucción —respondió.

La joven mujer frunció el ceño ante la respuesta de Kagebōshi.

—¿Por qué querrías destruir este mundo? ¿Qué ganarías con eso? —preguntó la mujer.

Kagebōshi sonrió siniestramente y sus ojos destellaron con maldad. —Porque dentro de mí, dentro de esta fusión, aún permanece la vieja y acabada alma de tu antiguo padre, Kagome ¿lo recuerdas? Una parte de él es un pilar de mi deseo y sed de muerte y conquista.

Las palabras de Kagebōshi dejaron a la chica atónita. Recordó las historias de su vida pasada, de la Princesa Tsuki, y el oscuro legado que había dejado su padre en esa época. La revelación del demonio del infierno le trajo recuerdos que creía olvidados en su momento.

Kagome, con determinación en su mirada, preguntó: —¿Qué pretendes haciendo referencia a mi vida pasada? Esa parte de mí ya no existe.

Kagebōshi se inclinó hacia Kagome, sus ojos llenos de malicia. —Lo que pasó en el pasado aún influye en el presente. Y aunque no seas la Princesa Tsuki, tu linaje lleva una herencia que yo deseo reclamar. Esta vez, no habrá escape.

La conversación entre ambos individuos arrojó luz sobre los oscuros motivos y el poder detrás de la amenaza que enfrentaban.

La confrontación con Kagebōshi se avecinaba como el enfrentamiento más peligroso al que Kagome y Sesshoumaru se habían enfrentado. El destino del mundo pendía en un delicado equilibrio, y la lucha estaba a punto de alcanzar un nuevo nivel de intensidad.

Out of timeWhere stories live. Discover now