CAPITULO 3: Tomemos un desvío

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  _Como estás tan necesitado, supongo que podemos volver a la ciudad_ Gojo resopla mientras se deja caer en el sofá, agarrando su chaqueta con la mano como si el mero pensamiento fuera agotador

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  _Como estás tan necesitado, supongo que podemos volver a la ciudad_ Gojo resopla mientras se deja caer en el sofá, agarrando su chaqueta con la mano como si el mero pensamiento fuera agotador.

Kagome se pellizca la nariz y cuenta hasta diez. Lo que daría ella por tener unas Perlas de Subyugación ahora mismo, una sonrisa se abre paso en su rostro, ella podría recoger algunos suministros mientras están fuera y darle la orden "abajo". Sus manos se levantan y cubren su boca mientras la alegría baila por todo su cuerpo.

  _Tal vez deberíamos detenernos en un hospital en el camino_ comenta Gojo. Kagome se endereza y lo mira _¿Qué? Tú eres la que se ríe como una loca.

  _¡Tú- ugh!_ Ella se aleja de él y se cruza de brazos _¿Podemos simplemente irnos?.

  _Necesito cambiarme primero_ Él se levanta y ocupa su espacio. Kagome levanta la nariz; Las tácticas de intimidación no funcionan con ella.

  _¿Qué tiene de malo lo que llevas puesto ahora? Debería llevar ese tiempo conseguir una bolsa de dormir.

  _¿Bolsa de dormir?_ Su boca queda abierta ante su encogimiento de hombros _Vamos a comprar muebles_ Pone los ojos en blanco y se aleja _No puedo creer que pensaras que te haría dormir en una maldita bolsa de dormir.

Kagome arruga la nariz mientras ve como su espalda se aleja. Ese Satoru seguro que es extraño. Ella se sienta en el sofá. Los cojines son sorprendentemente suaves; Diablos, ella estaría bien simplemente durmiendo en el sofá hasta que encontrara un plan para regresar a casa, Tenía que haber alguna razón por la cual el pozo la envió a este mundo y no de regreso a InuYasha. Se muerde el labio mientras su presión arterial aumenta constantemente. Queridos cielos, por favor no permitan que mi misión quede ligada a ese hombre.

  _¡Listo para ir!_ Gojo llama, interrumpiendo sus pensamientos cada vez más oscuros. Su respiración se entrecorta al verlo; la camisa blanca realza el azul de sus ojos. Le recuerdan las brillantes baratijas que su abuelo intentaba hacer pasar por la joya Shikon a los visitantes.

 Le recuerdan las brillantes baratijas que su abuelo intentaba hacer pasar por la joya Shikon a los visitantes

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