8- Izuna

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Me duele la cabeza, me desperté con pesadillas y ese maldito sudor frío cubriendo mi cuerpo.
Me quito la camiseta, la arrojo a una pila en un rincón del dormitorio y me pongo una nueva de las del placard, el día fue terriblemente largo, la noche es malditamente corta, para todo el descanso que necesito. Siento una molesta punzada tras los ojos.

Samui se canso de enviar mensajes, está furiosa porque no respondí, no puedo verla, tengo mucho que hacer con el asunto del laboratorio. De todas formas, nunca le dije que fuéramos algo serio.
Sigo revisando las cámaras y buscando el recorrido que hizo la mujer. Está en peligro al igual que la niña, y queremos ponerla a salvo.

No sé que hora es, ni me detengo a mirar el reloj en mí mesa de noche, pero me levanto a tomar algo para el dolor de cabeza. Desearía tener un whiskey.
Salgo de mí casa, directo a la sala común, la luz de noche está encendida y se sienten los murmullos.

Voy directo a nuestro alijo de drogas, como le llamamos al cajón de medicamentos que está en el bajo mesada.

Madara me sorprende, con la pequeña en brazos y Obito está a su lado, preparando un biberón.

—No la escuché llorar. — Digo cansado.

—Porque no lo hizo, estaba durmiendo conmigo, justo sobre su cómodo colchón.— Suelta Obito, que está sin remera, se señala el torso y me mueve los pectorales, mi mirada curiosa baja un poco más y automáticamente me arrepiento, lleva solo unos boxers.

¡Putos boxers de leopardo, jodidamente elastizados!

—No me jodas...— digo entre dientes. Mi hermano mayor se ríe mientras balancea a la bebé suavemente.Gracias a Dios, nos tocó el hermano serio, que usa pantalones de gym cortos.

—¿Estás bien?— me dice serio.
Puedo ver la preocupación bailando en sus ojos.
Niego, pero no ofrezco más nada. Mad suspira, y lo deja ahí.

El jodido mejor hermano del mundo. No presiona, sin embargo, te hace saber que está para ti si lo necesitas.
Dios, ¿qué tan malo es decir que no sentí la ausencia de mí padre, tras el accidente? Mad siempre fue mí refugio ante los problemas.

Tomó una de las pastillas que me recetó el doctor.

—Nada de alcohol con esa mierda, ¿entendido?— me señala Obito.

Le guiño un ojo antes de alzar mí dedo medio en su nariz.

—¡Dile que nada de alcohol con eso!— señala Obito a mí hermano.

—No necesito decirle, sabe que voy a patearle el culo si no se cuida.— Suelta.
Ruedo mis ojos.

—¿Por qué estamos todos despiertos a las cuatro de la mañana?— gruñe Sasuke apareciendo por una esquina del almacén.

—Shisu sigue durmiendo, y su puerta esta bloqueada.— se mofa Obito.

—Itachi salió.— dice Mad.

Sasu me mira serio. Se que está evaluando mí estado.
—Estoy bien.— le digo antes de que pregunte.

Asiente y pasa junto a mí para ver a la pequeña.
Mad se la ofrece y la toma sin problemas.
Le gusta. Se que lo hace. Sasu tiene esa cosa con los bebés y los niños pequeños.
Siempre les daba sus raciones de viaje a cualquier chiquillo que nos cruzábamos.
Lo peor de las guerras y los conflictos, es ver a los niños sufrir por ello.
Huérfanos, heridos, asustados.
Odiamos esa parte.

—Ten, le toca comer. Estaba chupando su dedo como si quisiera arrancarlo.— gruñe Obito.

Sasu se sienta en los sofás y le da el biberón a la bebé.
Luego la pone como hizo nuestro hermano más temprano y la cría vuelve a eructar, esta vez lo acompaña con un pedo que suena líquido.

"Misión: Bebé" Sakuharen 🔞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora