CAPÍTULO CINCUENTA Y CINCO.

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No quería evitarla, solo ...

—«Pero, si quiere hacerle frente a esta cuestión porque no se deja gobernar por el miedo y las suposiciones» —su voz era estable, pero tenía uno que otro matiz amable—. «Entonces quédese y dese la oportunidad de ver qué va a suceder».

Seguí en silencio.

—«O, simplemente ríndase, también está permitido».

Apreté el celular con fuerza.

—No soy una cobarde.

—«¿Cuándo dije yo eso?»

—Lo está suponiendo.

Cuando él habló de nuevo, pude escuchar la leve diversión en su voz.

—«Francheska, amor. No puede suponer que yo estoy suponiendo cosas, porque así sencillamente no funcionan las suposiciones».

Hice una mueca.

—Como sea.

—«Si se quiere devolver ya, en quince minutos le tendré un vuelo de regreso» —me aseguró— «haremos lo que usted quiera».

Mi corazón se calentó ante sus palabras y suspiré.

—Lo sé... Yo solo quizás tuve un ataque de ansiedad.

—«Está bien» —usó esa voz suave que solo solía dejar salir conmigo— «Está bien, mi amor».

Quise decirle que lo quería ahí, que realmente lo necesitaba conmigo, sin embargo, esto era algo que debía de hacer yo sola y por más miedo que tuviera... Lo sacaría adelante.

—Lamento haber llamado a molestar —dije.

—«Usted no es una molestia para mí».

Mi corazón dolió.

—«Llámeme apenas pueda y déjeme saber si continúa queriendo devolverse o quedarse. ¿Está bien?»

—Ok.

—«No. ok, no» —me corrigió—. «Le hice una pregunta: ¿Está bien o no?».

Él y su mandato.

—Está bien.

Colgué la llamada después de que él me recordó que debía llamarlo de nuevo y me obligué a respirar con fuerza una y otra vez.

Lo hice hasta que mi ropa era un desastre por la lluvia y probablemente yo en algún momento cogería algún resfriado por idiota.

Teniendo cuidado de no alertar a nadie con mi presencia, pasé el primer enrejado que rodeaba la finca y dejé mi maleta cerca al taller en dónde mi abuelo solía construir y tratar de arreglar cosas que ya simplemente no tenían arreglo.

Gabriel Hess siempre había sido un hombre terco que no se rendía ante nada.

Deambulé por el terreno húmedo y resbaloso de la finca, alejándome más y más de la casa central, mientras mis piernas me llevaban hacia el resguardo temporal de los animales.

El olor a lluvia, humedad, leña y animal me llegó hasta la nariz y la nostalgia me golpeó con más fuerza, mientras llegaba a un pequeño corral fundido en paja y rodeado con madera que protegía a las vacas más jóvenes y sus crías.

Sabía que en estas épocas del año mis abuelos solían trabajar el doble de duro para tener a su ganado seguro y protegido del fuerte clima. Caminé de corral en corral mirando a los caballos, cerdos e incluso las cabras. Lo hice mientras mi corazón latía a mil por hora y cada recuerdo del pasado volvía con más y más fuerza.

ALEVOSÍA  [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora