CAPÍTULO VEINTIUNO.

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ADVERTENCIA: Este capítulo contiene escenas +18.

Mi respiración estaba inestable en ese momento e incluso me costaba pensar

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Mi respiración estaba inestable en ese momento e incluso me costaba pensar.

Todo en mí estaba tenso, pero no por miedo, sino más bien por la anticipación que me estaba creando el momento.

¡El maldito momento!

Aleksander me había dicho que debía callarme, que no tenía permitido hablar y, pese a que deseé fuertemente el llevarle la contraria, todo en mí me gritaba que debía obedecer en ese momento, necesitaba dejarlo a él hacer su voluntad, al menos por aquella noche.

Estaba furioso —Eso pude intuirlo cuando con un gruñido me pidió que lo siguiera hacia su cuarto de artes—. Cosa que hice sin decir una sola palabra, mientras mi piel se erizaba cuando su mirada verde oscura me observó con un hambre tan pura que era más arrolladora que mil tornados juntos.

Desde que conocí a Aleksander Dreey Vandeleur pude definirlo como alguien netamente frío, paciente y sarcástico y, alrededor de todo aquello, se podía decir que era realmente educado, al menos con las palabras, sin embargo, en ese momento, cuando su furia estaba más altiva y visible que nunca, no pude evitar emocionarme por ser yo quien gobernara al menos por un momento esa parte tan efusiva y sedienta de él.

No importaba lo mal que estuviera todo en aquella lluviosa noche de noviembre, la única verdad en ese momento era que Aleksander en esos instantes era más mío que de alguien más.

Su salón de arte —el cual conocía de la otra vez que vine a su casa y descubrí pinturas sobre mí—. Era más glorioso de lo que lo recordaba, una sala de altas paredes y ventanales extensos que dejaban prever el bosque y el frío vendaval de aquella noche. Todo el lugar estaba ordenado para ser el espacio de un artista, sin embargo, aquí y allá en donde había varios lienzos y pinturas sin terminar, descubrí un cuadro a medio hacer que supuse que era lo que él estaba haciendo antes de que yo llegara.

Aleksander cerró la puerta detrás de nosotros y con el corazón totalmente desbocado caminé hacia aquella pintura y sentí mi piel erizarse al ver lo que parecía ser la imagen de un piso de baldosas blancas que reflejaba una inundación de sangre oscura y dolorosa. Las pinceladas en el lienzo se veían tan reales, que incluso me llegué a preguntar si al tocar el cuadro mis dedos se mancharían de sangre.

Esperaba que no.

—Evidentemente estaba ocupado antes de que usted llegara —dijo a mis espaldas con fría irritación y me giré para verlo.

Él estaba de pie al otro extremo de la habitación en donde se veía una extensa mesa llena de artilugios que no identificaba, aparte de unos pinceles, tizas, vasijas y vinilos. Todo era un perfecto y alentador caos.

—No era mi intención interrumpirlo —mentí— ya me disculpé por eso.

Alejó sus ojos de lo que había en la mesa y los centró en mí, la comisura de sus labios subió y mi respiración tarareó con más anticipación.

ALEVOSÍA  [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora