CAPÍTULO OCHO.

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DREEY.

No podía creer que estuviera haciendo esto, pero, en definitiva, lo hice.

—Arriba —fue todo lo que dije, cuando bajé la ventanilla y noté el desastre de persona que era ella.

Debía seguir de largo, tenía que hacerlo y evitarme esos dolores de cabeza y, aun así, no lo hice.

Ella obedeció mi orden, sabiendo que no tenía nada más por hacer y se subió en mi silla de copiloto, dejando un rastro húmedo por todas partes.

—Tenga cuidado —la regañé—. El cuero es traído directamente desde Alemania.

Sus ojos amarillos dieron conmigo, mientras toda ella temblaba de frío.

Era un fiasco.

Su cabello largo y negro se encontraba escurriendo agua por todas partes y su piel estaba más blanca y pálida que nunca.

—L-lo siento, yo... —Abrió la boca y la volvió a cerrar—. No pude tomar un taxi. Mi teléfono se quedó sin batería y, salí a la calle y...

—Y no encontró un taxi —terminé por ella con voz monótona, mientras arrancaba la camioneta.

Asintió y se abrazó a sí misma. No tenía nada que más ofrecerle para secarse, ya que le había dado mi chaqueta y, cayendo en cuenta, eso de darle mis chaquetas se estaban volviendo monótono.

Primero en la biblioteca, luego en el sendero y justo esa noche.

¿Ella era consciente de qué se estaba quedando con vestimenta que valía más que el sueldo de cualquier persona común y corriente?

—Gracias por esto, maestro —dijo—. No tenía que hacerlo.

—En definitiva. No, no tenía —evité verla—. ¿Por dónde vive? —necesitaba salir de eso rápido y volver a mi casa.

Ella se removió inquieta en la silla y la miré brevemente, antes de que me diera la dirección y nombre del lugar en donde vivía y, de manera rápida, me pareció conocido, hasta que agregó.

—Es la casa de Franko y Zandra Sberlyn.

Reconocí esos nombres de manera inmediata. Zandra Sberlyn era la mejor amiga de Lory. Se habían conocido una vez ella llegó a la universidad a dar clases y pese a que rara vez hablaba con esa gente, había llevado a Lory un par de veces a esa casa y, tenía que ser una mala estrategia del destino que ahora estuviera vinculado con la hija de esos señores, aunque...

—No sabía que la señora Sberlyn tuviera una hija mayor —dije, sin tapujos.

De manera inmediata, pese a que no la estaba viendo, supe que se tensó.

ALEVOSÍA  [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora