CAPÍTULO DOCE.

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FRANCHESKA

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FRANCHESKA.

Mi corazón estaba latiendo muy rápido y todavía no podía creer todo lo que había sucedido. No podía aceptar el hecho de que él me había besado y no una, sino varias veces y, de igual manera, yo le había correspondido el jodido beso.

¿Hasta dónde iba a llegar con aquello?

Sabía que estaba mal, muy mal. No podía dejármelo de repetir una y otra vez, justo después de que él salió del baño y con una mirada me ordenó que guardara silencio y tuve que obedecer. Lo hice porque no quería imaginarme lo que sucedería si se llegaba a descubrir que yo había estado ahí con él y que lo había besado.

Traté de escuchar la conversación que él estaba teniendo con su alumna Dahara y pese a que todo se escuchaba cordial, no pude evitar preguntarme si hacía algo parecido con ella. Después de todo, si lo hacía conmigo, era muy probable que lo hiciera con otras más.

Así eran los hombres.

—Grosero infeliz —susurré, sintiendo como mi estómago se apretaba, por más que me dije a mí misma que esto no era mi asunto.

No lo era.

—Necesita venir aquí en los horarios establecidos, señorita Westerhes —escuché que le dijo él a ella—. Este no es su horario, por ende, vuelva más tarde.

—Lo lamento, maestro. No era mi intención molestarlo.

—Solo vuelva más tarde, hablaremos del proyecto en unas horas.

Se escuchó un corto intercambio más y después pasos se alejaron. La voz de Aleksander era muy intimidatoria cuando él estaba serio y no quería ser la pelirroja en ese momento.

Pero, siendo sincera, tampoco era como si estuviera muy orgullosa de ser yo. Todo era un desastre y me estaba prestando para cosas que no debían de ser actuadas. Sin embargo, por más que me dije una y otra vez que debía ponerle un orden a todo lo que estaba sucediendo y de una vez por todas frenar esa película, la verdad fue que en el momento que se abrió la puerta y mis ojos dieron con los suyos una vez más, la coherencia me abandonó por completo y era como si no pudiera controlarme cuando él estaba cerca.

—¿Lo hace con ella también, no? —pregunté y lo miré mal—. Debería darle vergüenza ser un grosero infiel y...

—Largo, Francheska —me interrumpió y pese a que no fue necesariamente brusco, ya parecía impaciente—. Se acabó.

Ah, todo tenía que hacerse como él dijera, cuando él dijera.

Bien.

—¿Qué se acabó? —pregunté, solo para joderlo un poco más.

—Esto —me miró con simpleza—. No más de esto.

Quise preguntarle que abarcaba como tal eso que él dominaba como "esto", pero me quedé en silencio y lo miré con molestia y ni siquiera yo misma sabía de dónde venía esa molestia.

ALEVOSÍA  [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora