CAPÍTULO SEIS.

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FRANCHESKA

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FRANCHESKA.

—¿Necesita algo, Francheska? —me preguntó la maestra Lory Castle, cuando me vio acercarme a ella y quedarme helada.

Iba con toda la intención de disculparme, no necesariamente porque lo deseara, sino más bien porque era una obligación; sin embargo, cuando caminé hacia ella, jamás me esperé que estuviera con él.

Con su prometido.

Con Dreey Vandeleur o, como mejor lo conocía yo, Aleksander.

Mi pulso se aceleró tanto, que incluso me costó respirar y María del Mar, quien seguía a mi lado, tuvo que pegarme un disimulado codazo para sacarme de lapsus mental.

—Maestra Castle —dije, aclarándome la garganta y evitando al rubio sentado frente a mí—. Yo...

No lo mires, no lo mires, no lo mires.

No pude evitar llevar mis ojos a los suyos y, cuando lo miré fijamente, sentí como algo dentro de mí se movía con fuerza, porque, siendo sincera, él me estaba observando como si no pudiera entender mi osadía al atreverme a estar cerca de él dos veces en un mismo día.

Había algo en su porte y en la forma como me miraba con desdén, que me hacía sentir molesta y, al mismo tiempo, cohibida.

Sabía que mi estadía ahí dependía de su persona, pero, lo peor era que él también lo sabía y por eso el reto brilló en su mirada verde y yo no pude hacer nada más que evadirlo.

—Lamento el molestarla en este momento, maestra —me animé a decir y me fijé en ella y sus ojos azules—. Solo quería acercarme para ofrecerle una disculpa.

Me odié a mí misma por decir eso y, pensándolo bien, ahora podía entender porque ambos estaban comprometidos.

Eran la misma clase de calaña.

—Bien, escucho esa disculpa —dijo con gusto, mientras enarcaba una ceja.

Mi corazón se aceleró y María del mar tocó la parte baja de mi espalda, dándome moral.

—Lamento demasiado mi comportamiento de antes —dije—. Fui una total grosera y, espero que pueda disculparme por ello.

Sentí la mirada del rubio sobre mí, pero estaba segura de que aquello no podía mortificarme tanto como lo estaba haciendo el hecho de tener que disculparme con una persona que había hablado sobre mi madre.

Tuve la mínima creencia de que ella zanjaría el asunto y aceptaría mi disculpa sin más, pero, evidentemente, no lo hizo.

—Bueno, si va a disculparse, al menos, intente verse realmente arrepentida.

—Lo estoy.

—No le creo.

Supe que María del Mar iba a decir algo, pero la pisé para que se quedara callada.

ALEVOSÍA  [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora