CAPÍTULO CATORCE.

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FRANCHEKA

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FRANCHEKA.

Sí que me obligó a irme con él.

Aleksander no me permitió bajarme de su camioneta y, de hecho, comenzó a ignorarme cuando le dije que de verdad quería quedarme en la casa de un amigo.

—Lo digo en serio —lo miré, sintiéndome mortificada de que él me llevara a casa de mi padre y se diera cuenta de la penosa realidad de que yo no podía entrar—. Quiero bajarme en la casa de una amiga.

—¿Amiga? —preguntó con esa misma gelidez de siempre, mientras conducía con una sola mano—. ¿Ya no es hombre? ¿Ahora es mujer?

Abrí la boca y la volví a cerrar, sintiéndome levemente irritada.

—Eso no es asunto suyo —le dejé en claro—. No me malinterprete, estoy sumamente agradecida porque esté aquí y todo eso, o sea, siendo sincera, pese a que usted me ha hecho llorar mucho y también ha sido un patán y grosero, yo estoy feliz de su ayuda, la agradezco, Dios sabe es que verdad —lo miré—. Pero, si le digo que quiero quedarme en donde mi amigo o mi amiga, usted tiene que hacerlo.

No hubo respuesta alguna.

—¿Me escuchó?

—Sí.

—¿Y bien?

—Voy a ignorarla —sus ojos verdes fueron a los míos—. La voy a dejar en su casa y, después de ahí, ya verá usted qué rumbo tomar.

La irritación me goleó con fuerza y me sentí el doble de agobiada.

—¡Porque siquiera le importa!

—No me importa.

—¡Si lo hace! —me exalté—. Si no es así, ¿qué hacía siguiéndome? Sería interesante ver que opina su prometida sobre esto.

El detestable ni me miró.

—No sea imprudente y caprichosa, una cosa no tiene nada que ver con la otra —fue todo lo que dijo—. Debería de estar calladita y agradecida por tenerme aquí. ¿Acaso no le han enseñado a que la noche es dura y perversa para jovencitas como usted?

Me crucé de brazos y no le dije nada más, porque, siendo sincera, se sentía como una gran pérdida de tiempo el hablar o más bien discutir con él, pese a que la única que estaba discutiendo era yo.

Cada que nos íbamos acercando más y más a la casa, sentí como mi corazón se iba acelerando y de repente, sin más, solo oré para que mi padre hubiese vuelto y me ahorrara aquella humillación.

Ya ni siquiera deseaba estar molesta con él y con el hecho de que canceló nuestra cena. Daba igual. Lo único que yo realmente deseaba era que estuviera ahí por primera vez en la vida.

—No la estaba siguiendo —ahora quien habló fue Aleksander y yo llevé mis ojos al perfil de su rostro—. Solo pasaba por la autopista y la vi.

Por un instante, no dije nada. Solo lo observé en silencio y pude aceptar el hecho de que era muy guapo. Más de lo que pensé al inicio, quizás.

ALEVOSÍA  [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora