EPÍLOGO PARTE IV

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El calor de una familia nunca se sintió tan lejos, hacía tanto que no me sentía solo, aunque mis hijos eran aún unos niños en algún momento ellos se irán... A formar su propia familia o simplemente a independizarse.

Siempre creí que Sakura estaría a mi lado hasta el final de nuestras vidas, yo, le debía tanto, robé su juventud, la hice sufrir demasiado, sus lagunas mentales eran mi culpa, sus heridas más profundas es por eso que me juré a mi mismo permanecer a su lado sin importar lo que ella me hiciera, porque a fin de cuentas tuvo la misericordia de perdóname todo y dejarme estar a su lado sin merecerlo.

Yo cedería a todos sus caprichos, todo lo que ella quiso, hijos, una casa más grande, personal de limpieza, hasta la cosa más mínima yo quería dársela.

Soportar su mal humor, sus gritos, sus celos, la forma en la que menospreciaba mi trabajo, su irresponsabilidad con los niños nunca fueron algo demasiado difícil de tolerar, aún así no entiendo ¿Por qué es cada vez más irritante? ¿Por qué es tan egoísta? ¿Por qué no puede ver todo lo que hago por ella? Haga lo que haga no puedo mantenerla contenta.

¡Crash! El sonido de vidrios rompiéndose contra el suelo me hicieron levantarme, encendiendo la luz ví a Sakura alumbrando el desastre que la lámpara de lava que Daisuke nos regaló hizo la impactarse.

Increíble que esa mujer no pudiera ni tener cuidado con una cosa que su hijo le dió, definitivamente no valoraba ningún detalle de nadie, decidí irme antes de que empezará a gritarme para echarme la culpa de lo que ella misma hizo, porque apagué las luces, estaba cansado y harto de solo dirigirnos la palabra para hablar de todo lo que ella veía mal en mí.

Me fui a trabajar más temprano que de costumbre lo último que quería era discutir con ella por la mañana, tenía demasiado desgaste emocional fingiendo ante mi familia que las cosas estaban bien con ella, disculpandola, inventando mil excusas para no dejarla en mal...

La acidez en mi estómago se asentó con una galleta de avena que traje de México, eran lo suficientemente llenadoras para satisfacer mi hambre matinal y además quitarme el ardor en la boca del estómago.

Una hora después me fuí al aula de mi primera clase, unos minutos más tarde ví llegar a Himawari, sentía cierta incomodidad al tener a esa chica cerca, yo sabía que mi esposa debería saber que ella está en mi clase desde hace un tiempo, sin embargo con su carácter no entenderá que intenté decírselo cientos de veces pero siempre estaba cansada, irritable, entonces lo seguí aplazando.

La hija de Hinata no era una mala persona, por el contrario era bastante amable, no era muy social por lo que encontrarla en la biblioteca era bastante común, no le daba un trato especial pero si me sentía culpable por no hacer nada cuando Hinata la humillaba públicamente o tenía citas con algunos de los chicos de la universidad, nunca me pareció que al crecer se convertiría en una persona así.

Así que de vez en cuando me aseguraba de que Himawari tuviera comida, el material necesario para cada una de sus clases, de manera disimulada claro, además de ser algo que me nacía hacer, en el fondo sabía que me movía la culpabilidad de saber que si ella tenía una vida miserable, o simplemente existía era directamente mi responsabilidad.

-Buenos días Uchiha sensei.

-Buenos días.

Lejos de eso no teníamos interacciones innecesarias, me volví un poco indiferente respecto a la crianza que se les daba a mis alumnos, no era mi deber criar a los jóvenes, solo tenía que limitarme a enseñarles como un doctor que receta a sus pacientes pero no los regaña por no tomar sus medicamentos o seguir la dieta.

Notaba que cada vez mi enseñanza era más plana, se reflejaba sobre todo en lo mucho que se saltaban mi clase la mayoría de mis alumnos y los trabajos mal hechos.

Call me Sensei (Terminada)Where stories live. Discover now