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April

A veces volver, no es sinónimo de añoranza.

Mi hermano iba cambiando la radio, ninguna emisora parecía gustarle y por sus gruñidos al aire, supe que estaba molesto por algo. Yo miraba mi móvil, aunque de vez en cuando notaba su mirada clavada en mis manos o cara.

Después de la primera hora y media, bloqueé el móvil y lo dejé apoyado en mis piernas justo cuando le vi que iba a soltar algo, pero justo en el último segundo reculó, levanté mis manos porque ya estaba harta y le señalé.

—¿Qué pasa? ¿Vas a decir algo o seguirás haciendo señas para que lo adivine?

Sonrió, agarró el volante con ambas manos y suspiró con fuerza.

—¿Entonces...?

—¿Entonces...?

Parecía que le costaba hablar del tema.

—¿Vais...? ¿Vais en serio?

Ya se lo había medio comunicado con un mensaje la noche anterior, quería que estuviera preparado y no se sorprendiera cuando besase a Rain. La verdad es que su reacción había sido mucho mejor de lo que me esperaba.

—Sí, Rain y yo vamos en serio.

—Él es más mayor que tú...

—¡Aster, nos llevamos un año y once meses! ¿¡Me lo estás diciendo en serio?

Levantó una mano mientras se reía.

—No, no... Solo pregunto, me preocupo por ti, nada más.

—Vale, pues sí, vamos en serio. ¿Contento?

—No le he dicho nada a mamá.

—Gracias, quiero decírselo yo.

Asintió.

—No sé cómo se lo tomará.

La verdad es que yo tampoco sabía cómo se lo iba a tomar, sabía que le gustaba Rain, le gustaba para verlo una vez como recuerdo y ya está. En ningún momento me preguntó por él como hacía Dalia, y estaba claro que eso era una señal de las grandes.

Al llegar a casa, sin siquiera bajar del coche, mi madre ya salía con el delantal puesto. Podía ver que se había teñido el pelo para ocultar sus canas, cuando en más de una ocasión le dije que se veía bien con ellas, pero las apariencias decían mucho según ella. Nos sonreía de oreja a oreja y se lanzó a abrazarme nada más salir del coche.

—¡Ay, mi niña! —Notaba como sus manos pasaban por toda mi espalda y me apretaban contra su pecho—. ¡Mi April, al fin estás en casa! Madre mía... Estás preciosa, la universidad te sienta muy bien.

Aunque puso esa expresión que tan poco me gustaba, seguidamente cogió mi brazo y apretó en la parte alta.

—¡Mamá! —protesté.

—¿Estás más delgada?

—¡No! —Menuda bienvenida era esa. Caminé al maletero y ayudé a Aster a sacar mis maletas, todo con su mirada juzgadora, esa que más que ayudar, dolía—. No me mires así, llevo menos capas, estaba puesta la calefacción en el coche.

Mi respuesta no pareció convencerla, se cruzó de brazos y sus ojos me examinaron de arriba abajo. Por suerte unos pasos saliendo por la puerta rompieron aquella tensión.

—¡April! —chilló Cosmo con los brazos abiertos dirigiéndose hacia mí.

Yo le levanté del suelo y le abracé con fuerza.

Por medio de palabrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora