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Hay gente que no te escuchará aunque les grites, no porque no puedan, más bien porque no quieren y no les importas como quieren hacerte creer. 


April

Lo observé abrir la nevera, sacó de allí el pan rompiendo la bolsa, lo dejó de malas maneras delante de mí y después siguió sacando. Queso, jamón, lechuga, tómate... Lo juntaba todo en el pan que estaba destrozando mientras recogía las lágrimas que caían por mis mejillas.

Me entró el hipo, no pude contenerlo mientras seguía preparando aquel bocadillo a desgana. Rompía todo lo que encontraba mientras chillaba sin parar, su voz retumbaba por toda la cocina y yo no podía moverme de la silla, no me dejaba.

—¡Cómetelo, joder, April! ¿¡Tan difícil es comerte ese puto bocadillo!? ¿¡Qué coño te pasa!?

Me temblaba todo el cuerpo, absolutamente todo mi ser. En ese momento solo deseaba desaparecer.

Cogió lo que había hecho y me lo acercó a la boca para que lo masticase. Le aparté las manos y el me dio una bofetada haciendo que la comida cayera al suelo.

—Por favor, Carl, deja a la niña... —Mi madre lloraba en la entrada de la cocina—. Déjala que así no se soluciona.

Mi padre se cruzó de brazos y negó con la cabeza demasiadas veces.

—¿Y cómo se va a solucionar? ¡Gente muriéndose porque no tiene nada que llevarse a la boca y esta desagradecida...! Es que me da vergüenza.

—Por favor, yo me ocuparé.

Me encogí en la silla, tenía un miedo atroz por todo el cuerpo.

—¡¿Pero no lo ves?! ¡Está llamando la atención! Lo único que quiere esta niña es que le hagamos caso, nada más.

Me limpié de nuevo las lágrimas y miré la comida del suelo, me sentí tal culpable.

—El médico me ha dicho...

—¡El médico es imbécil! ¿¡Qué sabrá él sobre mi hija!? ¡Nada! Solo la ha visto una vez y punto.

—La ha visto porque se ha desmayado.

—Para llamar la atención, ¿¡es que no lo ves!?

Me sentía avergonzada, con una gran culpa a mi espalda que no sabía cómo gestionar. Allí, sentada viendo como chillaba una y otra vez creyendo que no acabaría nunca. Nunca creí que llegaría a aquel punto, siempre creí que lograría controlar, que con bajar unos kilos y verme bien sería suficiente... Nunca era suficiente y en ese momento comer no iba solucionar los kilos que me sobraban.

—¿¡Qué dirán sobre nosotros!? ¡Dirán que la matamos de hambre!

El hipo iba en aumento, al igual que la ansiedad que me hacía marearme. Pese a estar sentada, parecía que toda la habitación girase, que todo diera vueltas como si fuera una atracción, cada vez era más fuerte, más veloz y yo parecía ser la única que si me bajaba, acabaría dañándome.

—He estado buscando...

—¿¡Qué has buscado!? ¡Eh! ¡Nuestra hija solo está llamando la atención, en cualquier momento se le pasará la tontería!

No dejaba de chillar, no dejaba de hacerlo y eso me mataba mucho más que mi problema.

—Ir a terapia le ayudará...

—Claro, eso lo has leído en Internet, ¿verdad? ¡No pienso gastar mi dinero en una tontería así! ¡Me niego!

Tiró lo que encontró más cerca, concretamente unos vasos que se rompieron nada más tocar el suelo, seguidamente se acercó y dio un golpe en la mesa delante de mí.

Por medio de palabrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora