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El amor nunca sana, puede incluso romperte más.


April

—Es que no puedo... Yo...

Contemplé como ni siquiera me miraba a los ojos al hablar.

—Es que, April... Creí que podía, pero no...

Después de más de seis meses, ahí estábamos, yo sentada en las gradas y él observándome como si hubiera visto un puñetero fantasma. Una sonrisa molesta apareció en mis labios que intenté ocultar, pero no pude.

—La situación te ha superado.

—Lo siento, yo te quiero, pero...

—Pero no puedes salir con una persona enferma.

No lo negó, simplemente apartó la mirada y se sentó a unos metros de mí. Yo se lo dije, se lo dije desde el principio, fue el primero con el que me sinceré por completo y me aseguró que no tenía miedo alguno, que él era capaz de todo por amor. Y ahora, ahora parecía que se hubiera olvidado de esa fuerza.

—No es eso.

—Por favor, no me mientas.

—Es que April, no podemos hacer nada como personas normales... No podemos salir a comer con amigos, no podemos ir a sitios donde haya mucha gente y comida... Y lo he intentado comprender...

—Ya... No te preocupes.

—Creí que al salir contigo mejorarías.

—Claro, por el poder del amor... —susurré para mí.

—April, han sido unos meses muy duros para mí.

No me creía lo que estaba escuchando.

—¿Para ti?

—Sí, muy duros.

Pasé la mano por mi rostro y miré el campo de fútbol vacío, después la mochila en el suelo y el agua que había alrededor. Pronto comenzaría a llover.

—Yo he estado para ti en todo, te he animado a comer y... —Ni siquiera podía mirarme—. No todo el mundo haría eso y creo que me merezco salir con alguien que esté...

—Que esté bien. Quieres a una chica que esté delgada, pero que no se mate de hambre, que te complazca como tú quieres, pero no preocuparte por sus problemas. Lo comprendo.

—No es eso...

—Ambos sabemos que sí, solo he sido un peso en tu vida... Curiosamente.

El silencio se hizo entre los dos.

—Es que creo que me merezco algo mejor.

—Sí, yo también lo creo. —Miré al fondo, sin ningún punto en concreto.

—Quizás... Quizás cuando estés bien.

—Quizás nunca lo esté. —Remarqué ese quizás—. Así que es mejor que lo dejemos ahora antes de ser más carga para ti.

—Lo siento...

Apreté mis labios y vi cómo se marchaba cogiendo su mochila. Me quedé sola en las gradas, con los ojos llenos de lágrimas a punto de hacerlas desbordar. Porque aquellos meses había intentado mejorar, es más, lo había hecho a unos pasos de tortuga que a la vez eran de gigante. Pero nunca era suficiente y lo peor es que no lo estaba haciendo por mí, estaba mejorando por contentar al resto.

Por medio de palabrasWhere stories live. Discover now