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A veces las personas viven a base de recuerdos, se olvidan de que jamás volverán... Y eso creí, hasta que tocó mi puerta.


Rain

Mi padre se cruzó de brazos, observó la universidad mientras asentía con la cabeza unas cuantas veces. Mi madre, en cambio, abría el maletero para sacar las cajas de dentro. La verdad es que yo aún no me creía donde estaba, para mí seguía siendo un sueño, un sueño que logré con todas mis fuerzas.

—No está mal, no está nada mal —habló mi padre por fin—. Aunque ya sabes que podrías haber escogido otra carrera...

—Deja a tu hijo, es lo que quiere estudiar. —Mi madre intervino sonriendo, creo que ella se encontraba más feliz por mí, aunque tampoco pondría la mano en el fuego por ello.

—No, si me parece estupendo que estudie psicología, pero poco trabajo encontrará después. Sacaste una nota alta, podrías haber elegido...Medicina quizás.

—La nota de medicina eran tres puntos más.

—Seguro que hubieran hecho una excepción.

Cogí una caja que mi madre me pasó y vi como seguían discutiendo respecto a mi decisión. Cualquiera diría que no estaban separados, seguían pareciendo un matrimonio que discutía a todas horas por todo. Curiosamente mi madre estaba casada con una mujer llamada Casey, la verdad es que me caía muy bien y me trataba como su hijo. Luego estaba mi padre, el cual aseguraba y repetía que una mujer no es necesaria en la vida de un hombre. Eso sí, nunca lo decía delante de mamá... Cualquiera se atrevería hacer semejante comentario sabiendo que al divorciarse él la llamó porque no sabía encender la vitrocerámica de su apartamento. Muchas veces he llegado a preguntarme ¿cómo hubiera sido la vida de mi padre si mi madre no llega a desvivirse por él? Porque, seamos sinceros, era así. Mi padre trabajaba, sí, pero era mi madre quien se ocupaba las veinticuatro horas de la casa, quien tenía todo preparado para cuando él llegase hasta que se cansó. Tener tanta carga mental debió de ser agotador, pero por suerte conoció a una mujer que le dio alas y dejó a mi padre. Que quede claro que no odio a mi padre, no fue un mal padre, sin embargo, tardó mucho en darse cuenta de que mi madre necesitaba mucho más. Que ella tenía sueños que no podían cumplirse con las manos y pies atados, que él no la estaba haciendo bien. Por eso nos mudamos a otra ciudad cuando yo tenía catorce años, fue bastante impactante, novedoso... No me fue nada mal después de todo. Tuve mis rachas, rachas que se hicieron muy cuesta arriba, pero gracias a ellas ahora había llegado donde quería. La vida podía sorprenderte de miles de maneras.

Me acerqué a recepción, dejé la caja encima y miré al hombre que parecía ignorarme.

—Buenas...

—Baja la caja de ahí.

Le obedecí casi al instante, cogí la caja y la dejé en el suelo. Apreté mis labios y le miré creyendo que iba a decirme algo.

—Nombre y apellidos.

—Rain Dixon.

Dejó de teclear y me miró con los ojos en blanco.

—He dicho apellidos.

—Rain Dixon Obrien.

Empezó a negar con la cabeza como si mi respuesta le hubiera sacado de quicio, en ese momento me pareció un hombre rancio y borde. Entendía que quizás llevaba desde primera hora de la mañana allí, pero no era culpa mía. No tenía por qué ser borde con el resto. Estaba seguro de que iba a tener que verle prácticamente todos los días...

Por medio de palabrasWhere stories live. Discover now