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Rain

No hay nada más adictivo que tú, y tampoco quiero seguir buscando.

Las noches podía pasarlas simplemente contemplándola, riéndome con ella o estar en silencio. Parecía que nuestras miradas hablasen más, que nuestros dedos rozándose entre ellos chillasen lo que nosotros no. Y en más de una ocasión estuve dispuesto a soltárselo, a decirle todo lo que sentía y jugármelo todo sin miedo. Pero no quería perder lo que teníamos, no quería perder su mirada sincera, la curva de sus labios mientras sus pupilas se dilatan, la forma en la que sus mechones de pelo se paran en su frente y yo se los retiro con suavidad.

El sentir frío, pero al acercarme a su cuerpo respirar porque su piel cálida toca la mía.

Taparla en mitad de la noche, pasar mi brazo alrededor suyo y atraerla a mi cuerpo mientras gruñe con una sonrisa.

Y no quería perder su mirada.

Tampoco la forma que me hacía sentir.

O como yo mismo me sentía al estar con ella.

Su olor.

Su pelo enmarañado por las mañanas y su voz ronca.

El sabor de sus labios después de lavarse los dientes.

O las expresiones que forma en su rostro al leer.

Porque perder eso, sería como perderme de nuevo y jamás me había sentido tan yo.

Me levanté de la cama y decidí ducharme en el baño de su habitación, le robé una toalla y me la enrollé la cintura para salir de allí con mi pijama en la mano. Quería cambiarme aunque fuera en mi habitación, pero justo cuando pasé por delante de ella la vi sonreír de una forma pícara.

—¿Y tu ropa?

—En mi habitación.

Se pasó las manos por el rostro y me miró con un ojo entreabierto.

—¿Estoy soñando?

Negué con la cabeza y sonreí.

—No, lo lamento...

Abrió más los ojos y me miró de arriba abajo.

—¿El qué lamentas exactamente?

Notaba calores donde no debía.

—No juegues, April.

—Si jugase contigo, no sería con eso... —Señaló la toalla.

Negué con la cabeza y salí de la habitación para no seguir aquello. Entonces, con una sonrisa boba en el rostro, me topé con Aster al final del pasillo, él ya estaba vestido y me miraba de arriba abajo como si quisiera matarme... Quizás era lo que quería.

—¿Acabas de salir de la habitación de mi hermana?

Pestañeé un par de veces, miré la toalla que me cubría y asentí.

—Sí... Yo...

—Necesito ayuda para ir a comprar, ¿puedes vestirte?

Ni siquiera me preguntó y yo no veía por qué no ayudarle. Por eso pasé por delante de él, me encerré en la habitación y me vestí con lo primero que me encontré en el armario.

Él me esperaba abajo, cruzado de brazos y mirando a un punto en concreto de la habitación. No dijo nada, salió por la puerta directo a su coche, dio un portazo y yo cogí aire justo cuando Cosmo salía corriendo detrás de nosotros. Entonces salió del coche y miró a Olivia.

Por medio de palabrasWhere stories live. Discover now