sesenta y tres

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Los exámenes habían llegado a su fin, y por los pasillos de la Facultad de Medicina solo se encontraban algunos que otros docentes e investigadores. Era el caso de Braun y Berkowitz, encerrados en sus respectivos despachos. La segunda contaba los minutos para que el primero irrumpiera en la sala, impaciente, señalando una lista interminable de todos los errores que Valerie había cometido en el escrito final de su estudio. 

La psicóloga sonrió cuando escuchó dos golpes firmes en la puerta de su despacho, que se abrió de inmediato. Apartó algunos papeles hacia un lado del escritorio e hincó los codos en la madera. Apoyó la barbilla en sus nudillos.

—Sabía que estabas al caer.

—¿Es también un superpoder que tenéis los psicólogos? —bromeó él, puede que algo irritado. Vestía su bata blanca a pesar de no tener que dar clase y llevaba su portátil con una sola mano, como si se tratara de una tablet. Tomó asiento enfrente de Valerie. 

—Es experiencia basada en la observación. —concluyó ella. —¿Qué tienes que decirme sobre lo que he escrito?

Levi la observó un instante con las cejas enarcadas. Luego abrió su portátil. —Vaya, pues sí que me has observado, sí. Me conoces mejor que mi madre. 

Valerie se rio. —Oye, ¿por qué estás tan pasivo-agresivo? —le preguntó. Notaba la irritación en su voz grave, la tensión de su espalda y la ironía algo hiriente en sus palabras. Hacía tiempo que no le veía así. —¿Tan mal lo he hecho?

—Sí. — admitió él, girando su ordenador y mostrándole la pantalla a Valerie. —Esto parece un trabajo hecho por dos alumnos de primero.

Valerie se inclinó ligeramente para ver lo que Levi le mostraba. Sí, parecía el típico trabajo hecho entre dos alumnos con la excusa de "cada uno hace su parte y luego lo juntamos", y no un texto creado por dos grandes profesionales. Los tecnicismos del médico contrastaban con las palabras más informales de la psicóloga, así que se notaba a la legua quién había escrito cada fragmento.

—Bueno, aún- 

—Hay tiempo. —rio el rubio, irónico, completando la frase de Valerie. —Siempre dices lo mismo.

—¿Ves? Eso también es aprendizaje por observación.

Levi se limitó a fingir una sonrisa antes de volver a hacer gala de su semblante serio -y puede que amargo-. Volvió el portátil hacia él y colocó las yemas de sus dedos sobre el teclado. —Llevamos trabajando juntos en esto desde hace ocho meses; —bufó—habíamos superado la etapa de hacer lo que nos diera la gana en el proyecto hace tiempo.

—Tienes razón. —confesó Valerie. Apoyó la mejilla en sus nudillos y observó cómo Levi parecía sorprendido.

—¿Me estás dando la razón?

—Sí, porque no me importa darla cuando alguien la tiene. —soltó, socarrona, ligeramente sonriente. —Somos capaces de saber qué va a hacer el otro pero no podemos escribir un artículo juntos. En teoría, lo primero debería ser lo último.

El rubio prefirió no comentar nada. Suspiró, murmuró un simple "ya" y comenzó a teclear algo en su portátil. Hace meses, hubiera montado un escándalo de los suyos. No habría cedido. Cada palabra escrita por Valerie y su tono desenfadado le hubieran hecho perder los nervios, y seguramente habría discutido e insultado a la psicóloga. Sin darse cuenta, había aceptado el método de Valerie, más flexible; no había sido solo ella quien se había acostumbrado a él. 

Continuó tecleando ante la atenta mirada de Valerie. Ella sí era capaz de ver el cambio en Levi. No pudo evitar sonreír con una pizca de orgullo -y puede que con algo de ternura-. Meses atrás, cuando decidió poner en marcha su plan y cuando aún Braun le parecía más inaccesible que los archivos del Pentágono, no se imaginó que le tuviera cambiando las palabras de lo que él mismo había escrito. La voz grave del médico y un par de chasquidos le hicieron volver a la realidad. Agitó la cabeza ligeramente y pestañeó un par de veces.

A matter of heartWhere stories live. Discover now