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Contra todo pronóstico y a pesar de los malentendidos, el proyecto sobre los efectos de la psicoterapia en pacientes con enfermedades cardiovasculares crónicas había avanzado notablemente. Valerie y Levi no habían vuelto a cruzar ni una sola frase, tan solo algún 'buenos días' cordial para no levantar sospechas cada vez que coincidían por los pasillos abarrotados de alumnos y profesores. Si necesitaban comunicarse, lo hacían por correo electrónico, sin indirectas, sin rodeos. Habían establecido una relación pura y estrictamente profesional, nada más. De hecho, el Doctor estaba deseando que llegara la primera presentación del proyecto para no volver a tener que trabajar con la joven psicóloga. 

Pese a las fuertes amenazas, ninguno de los dos había movido ficha: Levi no había rellenado ninguna queja como había dicho, y Valerie parecía demasiado ocupada en atender a los estudiantes. Por el momento, existía una extraña calma, tal y como sucedía justo antes de una gran tormenta -silencio, una brisa suave, las calles vacías...-

Estuvieron quince días trabajando en el proyecto sin verse las caras. Algún día Valerie vio el coche de Braun aparcado en la puerta del gimnasio, pero no llegaron a cruzarse. Tampoco se vieron en la Facultad. Levi hizo todo lo posible para comer en su despacho y para marcharse de la universidad lo antes posible; de hecho, había adelantado su turno en el hospital con tal de no tener que ver a Berkowitz. 

Pero la evitación no iba a durarles mucho: tras crear un marco teórico -citando a los autores en formato Vancouver, por supuesto-, había llegado la hora de empezar con el trabajo de campo. Levi había seleccionado a unos cuantos pacientes, aproximadamente unos diez, una muestra bastante prudente, y, tras una rápida revisión médica,  era el momento de iniciar una evaluación psicológica. Y por mucho que le pesara, la única que podía hacerlo era Valerie. 

De: levi.braun@harvard.edu

Para: valerie.berkowitz@harvard.edu

Asunto: VALORACIONES HOSPITALARIAS

      He citado al primer paciente a las 3. El siguiente está citado a las 4. Han reservado una consulta para ti. Es la 396. Prepara lo que sea necesario. 

     Y no la cagues. Necesitamos datos objetivos. 

Así que a Valerie no le quedó otra que ir hasta el Hospital Universitario nada más terminar las clases. Era un edificio enorme, altísimo, con varias alas y miles de camas disponibles -para aquellos que podían pagarla, claro-. Era uno de los hospitales más prestigiosos del país y, aunque no tenía por qué, Valerie se sintió un poco abrumada entre tanta bata blanca y puertas que no dejaban de abrirse o cerrarse. Tardó unos cuantos minutos en encontrar la consulta 396. Justo al lado, en la 395, se podía leer un cartel azul:

Dr. Braun - cardiología

cirugía coronaria

No parecía haber nadie esperando -el pasillo estaba vacío-, así que Valerie decidió llamar a la puerta. Le parecía lógico avisar a su compañero y coautor del proyecto que ya estaba allí. No respondió nadie. Intentó entrar a la consulta que le habían asignado, pero estaba cerrada. Con un suspiro, retrocedió unos cuantos pasos y se sentó en las sillas donde esperaban los pacientes, dejando el bolso que contenía su ordenador portátil en su regazo. No tuvo que esperar demasiado. Escuchó el chirrido de las suelas de unas zapatillas al rozar el suelo de linóleo y, al girarse hacia el sonido, vio la alta figura del Doctor Braun, vestido con uno de los pijamas quirúrgicos, azul, y una larga bata blanca. 

—Llegas pronto. —dijo, dando la espalda a Valerie para abrir la puerta de la consulta 395. 

—Todo lo que hago parece ser un problema. —contestó entre dientes ella. 

A matter of heartWhere stories live. Discover now