cuarenta y uno

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Después de años y años defendiendo que los alumnos debían aprender y que por eso debían estar presentes en las consultas, Valerie empezó a entender a todos aquellos pacientes que no querían que un novato les sacara sangre. Cuando Levi le dijo que le haría un par de pruebas para asegurarse de que no era nada grave, aceptó; así se ahorraba una visita al médico y una factura indeseada. Lo que no le contó es que había llamado a todos los estudiantes que aún estaban por el hospital: la consulta de cardiología del Dr. Braun era para los alumnos lo que el Vaticano para los cristianos, así que, como si se tratara de un lugar de peregrinación, aparecieron nada más y nada menos que tres estudiantes de medicina y dos de enfermería. Se hacinaron alrededor de Valerie mientras Levi, desde la comodidad de su escritorio, les explicaba la situación:

ㅡVentiséis años, síncope con pérdida de consciencia menor a treinta segundos. Toda vuestra.

Valerie pudo ver, entre los brazos y cuerpos de los estudiantes, cómo Levi ocultaba una sonrisa tras su puño. Distinguió ese destello algo sádico que iluminaba sus ojos cada vez que encontraba diversión en avergonzarla. Él podría perfectamente aprovechar la coyuntura para acercarse a ella, pero optó por dejar que sus alumnos abrumaran a la pobre Valerie. Ella pensó que, quizá, era una especie de venganza. O que a lo mejor, como ya había hecho otras veces, estaba intentando llevarla al límite para que explotara y mostrara sus verdaderos colores. Con un suspiro, apoyó la cabeza en la camilla y contestó con voz monótona las preguntas de los alumnos, que parecían asustados y emocionados a la vez por tener la oportunidad de tener al Doctor Braun ofreciéndoles un caso clínico que poder resolver.

ㅡ¿Algún antecedente familiar?

Valerie negó con la cabeza. Miraba al techo. ㅡNo.

ㅡSé más específica. ㅡdijo Levi, con tono serio y grave, imponente, dirigiéndose a la única alumna de medicina ㅡDirige la exploración. ¿Nos interesan antecedentes familiares sobre cáncer de colon?

La estudiante, una joven menuda, rubia y con gafas, murmuró un miedoso "no". Valerie, que solo quería marcharse de allí, intentó tranquilizar a la joven con una sonrisa, asegurándole con una mirada amable que lo estaba haciendo bien. Las preguntas continuaron y la psicóloga se limitó a responder con algo de desgana, sintiendo que estaba recibiendo un castigo público. No entendía muy bien por qué sentía tanta vergüenza si estaba acostumbrada a estar rodeada de gente, especialmente estudiantes. 

—¿Has sufrido episodios similares?

—No, este es el primero. 

—Eh... ¿Algún episodio de dolores fuertes de cabeza...?

Valerie negó. —Nada.

De fondo, escuchaba, de vez en cuando, el teclear rápido de Levi. Su mirada inquisitiva se paseaba por la sala, haciendo un paneo de esta, fijándose cada vez en un alumno. Valerie supuso que los estaba evaluando o, al menos, se estaba asegurando de que el trato era el correcto. 

La muchacha rubia se giró hacia Levi. —Ya está la historia clínica... —le informó, algo dubitativa. 

—¿Y? ¿Ya está? ¿Se puede ir?

Valerie estuvo a punto de cruzar los dedos, pero la alumna agitó la cabeza. —Hay que hacer varias pruebas...

Levi observó a los alumnos con aire expectante y la barbilla sobre la palma de su mano. Hubo un momento de silencio que incluso a Valerie le pareció de lo más pesado; sintió que los estudiantes no respondían por miedo a llevarse una reprimenda. Finalmente, uno de los chicos se atrevió a contestar:

—¿Un electro...?

El Doctor Braun señaló un pequeño carro situado cerca de la camilla mientras se levantaba de su asiento. Se mezcló entre los estudiantes, les pidió un poco de espacio y ordenó a una de las chicas que sacara unos cables de un cajón metálico. Levi comenzó a desenrollar los cables y, mientras tanto, explicó a sus estudiantes por qué realizaba la prueba. 

A matter of heartDonde viven las historias. Descúbrelo ahora