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En los lujosos aposentos de la princesa Aegalys Targaryen, una atmósfera de tensión y ansiedad llenaba el aire. Aegalys caminaba de un lado a otro, con el semblante preocupado y desesperado, sus delicadas manos se retorcían con inquietud. Los cabellos plateados caían en cascada sobre su espalda, y sus ojos violetas mostraban la angustia que albergaba su corazón.

Ser Royce, observaba con atención cada uno de los movimientos de la princesa mientras trataba de encontrar las palabras adecuadas para calmar su inquietud.

Aegalys levantó la mirada, encontrando consuelo en los ojos sinceros de Ser Royce. "¿Qué haremos si la gente comienza a especular sobre Maegor?", preguntó con voz entrecortada. "Todos saben que Oberyn y yo hemos tenido nuestras diferencias, y si él se va, la gente notará que nuestro hijo se parece más a ti que a él".

Ser Royce apretó suavemente la mano de Aegalys. "Los rumores siempre rodearán a las personas de sangre real, pero no permitiré que nada te ocurra a ti ni a Maegor", aseguró con determinación. Ser Royce se acercó a ella con paso firme y se arrodilló a su lado, tomando su mano delicadamente. "Aegalys, la apariencia física no define la valía de una persona, ni mucho menos la identidad de un niño. Maegor es tu hijo, y eso es lo único que importa. Si alguien se atreve a cuestionar su linaje, yo estaré allí para defenderlo, con mi vida si es necesario".

Las palabras de Ser Royce penetraron en el corazón de la princesa, quien se sintió reconfortada por su lealtad y determinación. Aegalys respiró profundamente y miró fijamente a Ser Royce, posando su mano sobre la mejilla del hombre. "Sabes que confío en ti con mi vida, Royce. No puedo evitar tener miedo, pero sé que estarás a nuestro lado, protegiéndonos. Por favor, no permitas que nada le ocurra a nuestro hijo". Suplicó la Princesa con lágrimas peleando por salir de sus ojos violetas.

Ser Royce asintió con solemnidad y se puso de pie, manteniendo la mano de Aegalys en la suya. "Nunca he fallado en proteger a los que amo, y no lo haré ahora. Cuando Oberyn esté fuera, estaré más atento que nunca. Me aseguraré de que nadie se atreva a poner en duda la integridad de nuestro pequeño".

La princesa abrazó a Ser Royce, encontrando en él un refugio de seguridad y confianza.








La mañana siguiente en los aposentos de la princesa Targaryen, el suave aroma de la comida fresca se mezclaba con la tensión palpable en el aire. Aegalys estaba sentada en la cabeza de la mesa, mientras su pequeño hijo, Maegor, jugaba con su comida en el extremo opuesto. A su alrededor, sus siete damas de honor compartían un desayuno en silencio, preocupadas por el estado emocional de su querida princesa.

El sol comenzaba a filtrarse por las ventanas, iluminando la habitación y resaltando los destellos dorados en el cabello plateado de Aegalys. Tomando un sorbo de su té, la princesa suspiró y miró hacia el vacío, como si esperara que sus palabras se perdieran en el aire.

"¿Oberyn ya ha partido en su viaje?" preguntó Aegalys en voz baja, casi como un susurro, aunque estaba claro que no esperaba una respuesta.

Lady Valyna, una de las damas de honor, asintió suavemente. "Sí, Princesa. Al parecer partió antes de que el sol saliese."

Aegalys no dijo nada más, pero su semblante se oscureció, y la tristeza se reflejó en sus ojos violetas. Lady Ashyera, otra de las damas de honor, observó la tristeza en los ojos de la princesa y decidió abordar cuidadosamente el tema. "Mi señora, ¿se encuentra bien?", preguntó con preocupación. Aegalys apartó la mirada de la mesa y se encontró con los ojos de Ashyera. Por un instante, pareció considerar si debía abrir su corazón.

"No me importa Oberyn", dijo Aegalys con voz entrecortada. "Dudo que en un futuro me importe. Él nos abandonó aquí, a ambos". Su voz temblaba mientras luchaba por contener las lágrimas que amenazaban con caer. "Sigo siendo una extraña en estas tierras, aunque Robert haya muerto. Estoy segura de que muchos aún quieren mi cabeza, y la de mi niño también".

Las damas de honor guardaron silencio, sintiendo el peso de la angustia de su princesa. Aegalys continuó, dejando que las lágrimas fluyeran libremente por sus mejillas. "Solo quiero su protección", dijo sollozando. "Quiero proteger a Maegor con todas mis fuerzas. Él es todo lo que importa".

Las damas de honor rodearon a Aegalys, compartiendo su dolor y ofreciéndole consuelo en silencio. Comprendían la carga que ella llevaba sobre sus hombros y se prometieron a sí mismas estar a su lado en cada paso del camino.

"No estás sola, mi princesa", susurró lady Valyna, abrazando a Aegalys con ternura. "Estamos aquí contigo, siempre. Protegeremos a tu hijo y a ti con nuestras vidas".

Las palabras de lady Jynessa desataron un torrente de emociones en Aegalys, y las lágrimas brotaron con más fuerza. Se aferró a sus damas de honor, sintiendo su calor y su lealtad. Sabía que podía confiar en ellas con su vida.

"Gracias", susurró Aegalys entre sollozos. "Gracias por estar a mi lado. Aunque Dorne me sea ajeno, tengo a mi familia aquí".

Las damas de honor asintieron, prometiéndose a sí mismas que protegerían a Aegalys y a Maegor sin importar el costo. Juntas, formaban un escudo de lealtad y amor en medio de un mundo incierto y peligroso.

Mientras el desayuno continuaba, las risas y el consuelo llenaron la habitación. Aegalys sabía que, mientras estuviera rodeada de su familia elegida, encontraría fuerza y coraje para enfrentar cualquier desafío que se le presentara. Y, juntas, las damas de honor de Aegalys Targaryen protegerían a la princesa y a su hijo, sin importar las adversidades que el destino les arrojara.

The Union Between the Dragon and the Red Viper; Oberyn MartellDonde viven las historias. Descúbrelo ahora