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Aegalys Targaryen caminaba con paso lento y melancólico por los pasillos del castillo de Sunspear. El sol se filtraba por las ventanas, iluminando su figura de manera sombría. Desde aquel fatídico día de su matrimonio con Oberyn Martell, la princesa cada día se hundía más en un pozo oscuro de tristeza, el cual se le hacía difícil salir por más que quisiera.

Habían pasado más de tres meses desde aquella triste e incómoda boda. Aegalys había soportado cada día con la esperanza de que, con el tiempo, Oberyn Martell se ablandara y comenzara a aceptarla como su esposa. Pero sus esperanzas se desvanecían con cada mirada fría y cada palabra despectiva que salía de los labios de su esposo.

Al llegar a los aposentos de esté, no encontró a ningun guardía o sirviente que este custodiando la puerta.

Se acercó a esta, golpeándola con sus nudillos suavemente.

"Adelante" Escucho la voz de su esposo desde dentro. Con cuidado, abrió la puerta, entro lentamente asomando su cabeza primero.

Al entrar completamente, sus ojos se dirigieron a las dos figuras delante de ella, impactandola.

Oberyn estaba en la cama, junto a él yacía Ellaria Sand, la amante conocida de Oberyn. Un escalofrío recorrió la espalda de Aegalys mientras la rabia y el dolor llenaban su pecho.

Cuando Ellaria noto la presencia de la princesa, rápidamente sonrió. "Princesa" saludo, " me alegra por fin ver qué salió de su alcoba. Debería ir a los jardines a tomar un poco de sol, está muy pálida" dijo de manera burlesca. Oberyn a su lado soltó una risita.

"¿Que quieres?" Pregunto el Príncipe con tono cansado.

Aegalys tragó saliva  bajando su vista hacia el suelo para evitar ver esa escena. "Quisiera hablar contigo, Oberyn". Dijo en tono bajo y tímido.

Oberyn soltó un suspiro girandose en su cama, para servirse del vino que esperaba sobre la mesilla de noche a su lado. Le hizo una señal a Ellaria indicándole que se retire.

Ellaria, con una sonrisa maliciosa en su rostro, se levantó rápidamente y salió de la habitación sin decir una palabra, dejando a Aegalys y Oberyn solos en un silencio incómodo. Aegalys observó a su esposo con ojos llenos de incredulidad y tristeza, esperando una explicación que pudiera disipar la oscuridad que invadía su alma.

Aegalys se acercó temblorosa hacia Oberyn, que la miraba con una sonrisa burlona en el rostro. Las lágrimas amenazaban con desbordarse de sus ojos violetas mientras luchaba por encontrar las palabras adecuadas.

"Oberyn", dijo su voz entrecortada, "necesitamos hablar... sobre nosotros... sobre nuestro matrimonio".

El Martell se rió entre dientes y se levantó de la cama, caminando hacia ella con paso desenfadado. "¿Nuestro matrimonio? ¿Es eso lo que crees que tenemos? No hay matrimonio, Aegalys. Solo hay un acuerdo político conveniente".

Las palabras resonaron en el corazón de Aegalys como una espada afilada. Se mordió el labio inferior, intentando contener su tristeza y frustración.

"Pero... necesitamos consumar nuestro matrimonio. Necesitamos un heredero", susurró, sus ojos llenos de súplica.

Oberyn la miró con desprecio, como si fuera una simple molestia en su camino. "¿Un heredero?, es tu casa y tú sangre la cuál está al borde de la extinción, no la Casa Martell. Quizás deberías buscar un amante que te dé herederos, porque claramente yo no lo hare".

Las palabras de Oberyn resonaron en la mente de Aegalys como un eco doloroso. Sus labios temblaron mientras una nueva oleada de lágrimas amenazaba con desbordarse.

"¿Sabe Princesa?. A los habitantes de Dorne no les importaría que los vástagos de la princesa targaryen no tengan los rasgos de su esposo, si sabe a lo que me refiero" dijo las palabras de doble sentido en un tono bajo, como si fuera un secreto entre solo ellos dos."Si no tienes nada más que decir, retirate", Oberyn la empujó fuera de sus aposentos, cerrando la puerta tras ella.

Aegalys se quedó de pie en el pasillo, sintiéndose rota y humillada. El dolor se apoderó de su ser, y la oscuridad amenazó con envolverla por completo. Se aferró a sí misma, luchando contra la tristeza abrumadora que la consumía.

En ese momento, Aegalys se dio cuenta de que debía encontrar su propia fuerza. No podía depender de Oberyn para encontrar la felicidad.

The Union Between the Dragon and the Red Viper; Oberyn MartellWhere stories live. Discover now