11.2

2.4K 286 0
                                    


El sol se ocultaba lentamente en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y dorados mientras Roberth Barathion y Ned Stark regresaban a Desembarco del Rey. El rey, herido y moribundo por las heridas de la cacería, se tambaleaba con cada paso, apoyándose en su leal amigo para mantenerse en pie.

Ned observaba con preocupación a su amigo y rey, consciente de la difícil situación en la que se encontraban. Ambos sabían que la estabilidad de los Siete Reinos pendía de un hilo, y cualquier mal movimiento podía desatar una guerra de proporciones devastadoras.

La noticia de la unión política entre Aegalys Targaryen y Oberyn Martell había llegado a oídos de Robert en medio de su travesía. Un nudo se formó en su estómago al pensar en la hija del último rey Targaryen casada con un Martell de Dorne. Para él, los Targaryen eran una amenaza constante, un recordatorio de la rebelión que lo llevó al trono y de la sangre derramada en aquella guerra.

Con el corazón lleno de ira y desconfianza, Robert Baratheon ordenó a sus hombres que capturaran a Aegalys y la trajeran ante él para ser ejecutada. Sin embargo, Ned Stark, siempre la voz de la razón, se interpuso en su camino.

"Ned, no puedo permitir que un Targaryen siga con vida", gruñó Robert, apretando los dientes. "Son peligrosos, Ned, nunca se puede confiar en ellos".

Ned miró fijamente a su amigo, sus ojos reflejando la preocupación y la seriedad que sentía. Sabía que debía persuadirlo de detener esta acción impulsiva antes de que desencadenara una guerra innecesaria.

"Robert, comprendo tus preocupaciones, pero matar a Aegalys solo nos traerá más problemas", dijo Ned en un tono calmado pero firme. "Si nos enfrentamos a Dorne, podríamos desatar una guerra en la que nuestros reinos saldrían debilitados y desangrados".

Robert frunció el ceño, considerando las palabras de su amigo. Sabía que Ned tenía razón, pero la desconfianza en su corazón no desaparecía tan fácilmente.

"¿Qué haremos cuando la muy puta quede embarazada?", preguntó Robert en un tono furioso. "No podemos permitir que haya otro Targaryen en el mundo. Suficiente con que hayan tres sueltos".

Ned se acercó a Robert, colocando una mano en su hombro. "Si eso sucede, enfrentaremos ese desafío cuando llegue el momento, pero matar a Aegalys no es la solución. Es solo una niña, sola. Debemos aprender a vivir en paz, a encontrar un camino hacia la reconciliación".

"Está bien, Ned", dijo finalmente. "Retiraré la orden de ejecución. Pero mantendré un ojo en esa zorra y esa mierda de Oberyn Martell. No permitiré que pongan en peligro mi reino".

Ned asintió levemente, satisfecho de haber hecho entrar en razón a su amigo. Sabía que mantener la paz en los Siete Reinos sería un desafío, pero estaba decidido a hacer todo lo posible por evitar más derramamiento de sangre.

The Union Between the Dragon and the Red Viper; Oberyn MartellWhere stories live. Discover now