25 || Verdades ||

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128 D.C

Si dijera que había dormido bien anoche estaría mintiendo, Aemond no había dormido en toda la noche porque estaba reviviendo una y otra vez el momento en que estuvo cerca de Aeva, tan cerca que deseo besarla en ese salón frente a todo el mundo dejando en claro que nadie debería de acercarse.

Porque yo ya elegí, solo falta que él me elija.

Carraspeo caminando por su habitación de un lado a otro, imaginando su sonrisa y sus ojos violetas mirándolo de una forma que el no supo que significaba, pero el deseo que lo embriagaba nunca antes lo había experimentado. Cuando Jason Lannister se insinuó a ella para querer ser su esposo quiso enterrarle un cuchillo en la boca del rubio y callarlo de una maldita vez, un sentimiento de sobreprotección que solo poseía por Helaena y los niños.

Pero no, esto era diferente, él podía sentirlo, podía sentir por todo su cuerpo como una ola de electricidad recorría su espalda cada vez que la veía, una calidez en su pecho y el dolor de sus hoyuelos por sonreír cada vez que ella decía algo gracioso. Aemond respiro hondo tratando de desacelerar su respiración, recordó cada conversación que tuvo con su padre y como él le hablaba sobre su primera esposa y como había llegado a amarla, en ese entonces el hombre le relataba como se sentía cada vez que estaba con ella, lo que sentía al verla y el dolor que tuvo que soportar cuando la perdió, Aemond en ese entonces escuchaba el relato atentamente, pero sin llegar a pensar en cómo se sentiría si llegaba a sentir lo que su padre una vez sintió.

Fue como si una tormenta le azotara la cara con cada recuerdo de su yo de ahora y su yo de antes, desde el momento en que bailaron en esa sala hasta cuando por primera vez vio a la princesa, la imagen de una Aeva de siete años llego a su mente, con sus ojos violetas mostrando su inocencia y curiosidad, su belleza y alegría, hasta llegar a la Aeva de dieciocho años que mostraba su rudeza, audacia, elegancia y sin ninguna duda su belleza que perduraba.

Solo imaginar que pasaron tres años sin verla y sintió en ese lapso de tiempo que estaba vacío era difícil de olvidar, pero, cuando la volvió a ver, sintió que una parte de él volvía a despertar, una parte de su alma, una parte de su corazón.

Suspiro y saco de su bolsillo un pedazo de papel que siempre había mantenido con él, los trazos de él y Vhagar seguían igual de perfectos cuando Aeva se lo dio.

Puede que antes no supiera que era lo que sentía cada vez que la veía, pero ahora si lo hacía.

La sensación de libertad, el deseo de protegerla, de hacerla sonreír, de hacer sentir libre no era solo porque llegaba a quererla, no. Él la amaba, la amaba desde hace años y hasta ahora se había dado cuenta, la amaba cuando estaba con él, amaba rostro, amaba su corazón, amaba su sonrisa y amaba sus defectos. Aemond amaba a Aeva, lo había hecho desde que la vio por primera vez en ese armario, era un niño para entenderlo, pero como su hermana Helaena dijo, dejaría que su rayo de luz lo sacara del huracán, él dejaría que Aeva lo salvara y en el camino, él la salvaría a ella de la ambición y orgullo del despreciable de su abuelo, Otto Hightower.

Escucho risas provenientes de las calles repletas de nieve, se asomó y vio a la mujer que amaba jugar en la nieve con Nuria y Gabe, no pudo evitar viéndola jugar a si con sus propios hijos. Negó con la cabeza pensando de más, ni siquiera sabía que sentía ella por él, una pizca de duda hurgaba en su mente diciéndole que sus sentimientos por la chica no importaban, era la voz de su abuelo hablando, él lo sabía.

Ignorando la voz salió de la fortaleza y camino hacia Aeva y los niños, cuando ellos lo vieron sonrieron y la sonrisa de Aeva lo hizo sentir querido.

—Me alegra que te nos unas—Ella se le acerco.

—Creí que necesitarían a alguien más—Volteo a ver a Gabe y le sonrió —¿Hombres contra mujeres?

El niño sonrió y corrió a su lado.

—¡Sí! —Exclamo.

—¿Así que será así? —Aeva reto a Aemond.

—¿Por qué no?

—Bien ¿Qué dices Nuria? ¿Les pateamos el trasero?

—¡Si! —Exclamo la dulce niña.

—Muy bien ¡Que empiece la guerra de nieve!

La tarde paso entre risas de alegría, con los niños jugando con los príncipes de Westeros siendo observados por la gente del norte con una sonrisa, los niños corrían siendo protegidos por los príncipes de pelo blanco tratando de atacarse, las demás niñas y niños se unieron al juego y ambos príncipes se volvieron líderes de dos grandes grupos de pequeños guerreros y guerreras.

Aeva corrió agarrando un puño de nieve y se lo lanzo a Aemond dándole en la cara, el chico se quitó la nieve del rostro y vio la mirada divertida frente a él, tuvo un deja vú cuando ella de niña lo empujo para salir del armario y se apartó mirándolo con ojos curiosos. Con una sonrisa se inclinó para tomar un puñado de nieve viendo como los ojos de Aeva se abrían como platos y ella retrocedía con una sonrisa, le lanzo la bola de nieve y le dio en el cuello haciendo que la nieve entrara entre sus ropas haciendo que se sacudiera con un grito por el frio que recorrió toda su espalda.

Fue inevitable, Aemond empezó a reír dejando que sus pequeños soldados tomaran la delantera.

Aeva se recuperó de su escalofrió helado y corrió hacia Aemond inclinándose para lanzarle nieve desde el suelo, con la guardia baja Aemond esquivo la nieve y Aeva aprovecho para lanzarse contra él. Ambos cayeron al suelo, con Aeva encima de Aemond manteniéndolo inmóvil en la nieve, con una sonrisa en su rostro Aeva grito su victoria y las niñas gritaron abrazándose entre sí.

—Perdiste, mi príncipe—Murmuro ella cerca de su rostro—¿Cómo manejaras tu derrota?

El aroma fragante lo hizo desear tenerla más cerca, sus labios finos casi cerca de los suyos le instaban a acercarse y unir los suyos con los de ella, pero, aunque lo deseara su autocontrol lo obligo a ver a los ojos a la chica dejando atrás su repentino deseo.

Aeva lo miraba con sus ojos violetas más oscuros de lo normal y por un momento creyó que ella había bajado su mirada a sus labios, recuperando la compostura se levantó extendiendo la mano para que el príncipe se levantara, ambos aun mirándose y sujetándose las manos.

—Mi derrota será bien recibida, mi lady—Sonrió y le dio un corto beso en el dorso de su mano, causando miles de sensaciones en la princesa.

Porque yo ya elegí, solo falta que él me elija.

Ya elegí, pensó el príncipe al ver el rostro de la mujer que amaba.

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DOBLE ACTUALIZACIÓN

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Fire and Blood (Aemond Targaryen)Where stories live. Discover now