Sé que debía acostumbrarme, pero estaba celosa. «No voy a ir con ella» repitió Sophia dejando un beso en mis labios. «Tú eres mi cita hoy y siempre» volvió a decirme y se abrazó a mi cintura. Se le hacía muy fácil quitarme los celos. En realidad, se le hacía fácil todo viéndome con esos ojos tiernos. Me quedé observándola por unos segundos y no pude evitarlo, empecé a besar cada una de las pecas de su nariz y de su mejilla. «Te amo» me susurró suavemente y creo que era eso lo que más me gustaba. La forma tan dulce en la que me trataba.

Al día siguiente fuimos a ver uno de los partidos de Ksenya. «Ven, déjame echarte protector» me dijo Sophia y en segundos ya estaba cubriéndome la cara con la crema para que no me quemara. «Tómate esto» me dio una pastilla para el dolor estomacal. «Sé que no comiste, pero te traje esto para que no tengas el estómago vacío. Es una merengada de proteína» me acercó el termo y se pegó más a mi asiento. Era así durante todo el día, a toda hora, y Ksenya siempre le decía: «Se aburrirá de ti. Terminará cansándose de que la atosigues tanto», pero no era cierto. Nunca me cansaría de Sophi. Entrelacé mis manos con las de ella y sentí sus labios dejando un beso corto en mi mejilla. El partido de Ksenya acababa de empezar. «¿Así de fácil es esto?» gritó Ksenya cuando ganó los primeros puntos seguidos solo por su servicio. La otra jugadora no pudo pararle ni un saque. «No puede, nadie puede» gritó sonriendo, mientras Sophia negaba con la cabeza. Le había dicho antes de salir a la cancha «De acuerdo, vale, me portaré mejor» y estaba haciendo exactamente lo opuesto.

Ganó el partido sin problema y con la mirada triunfal hizo una reverencia hacia la prensa, pero nadie la tomaba en serio. O bueno, yo, que detestaba esa actitud, empecé a entender que esa era su forma,
no era una mala persona. Solo jugaba así. «Baja tú, ve a felicitarla» le dije a Sophi. «No, no te voy a dejar sola. Baja conmigo, princesa» me extendió la mano y nos acercamos a la cancha por nuestro pase especial. Al bajar, la vimos tomándose la fotografía con la otra mujer a la que acababa de vencer y enseguida caminó hacia nosotras. Otras jugadoras la interceptaron, estaban allí queriendo un poco de ella porque aunque fuera tan pesada, todos la veían con admiración. Siendo sincera, Ksenya estaba en un nivel deportivo muy superior.

—¿Quisieras ir a cenar con nosotras? —le dijo una chica llamada Silvia, otra de las mejores jugadoras de femenino y no reparó en mirarla de arriba abajo.

¿La estaba escaneando sin ningún tipo de pena?

—No quiero comer contigo hoy, no querré ir a cenar mañana, y dentro de diez años mi respuesta seguirá siendo no —respondió Ksenya—. Deberías rendirte y dejar de mirarme así.

—Nunca me rendiré —respondió Silvia y la miró con más descaro.

Ksenya le torció los ojos y Sophia estaba buscando algo de su bolso, pero al parecer no lo conseguía. «¿Qué buscas?» le pregunté. «Te toca la otra pastilla del malestar, te toca justo a esta hora», me respondió abocada en su búsqueda y tuve que contenerme para no besarla frente a todos. «¡La encontré!» exclamó con el blíster en la mano y me acercó una botella de agua. Era imposible no amarla tanto.

Enseguida, otra tenista se acercó para extenderle la mano a Ksenya y decirle que había jugado bien. Era la chica de las noticias, la que le había ganado a Sophi en un torneo anterior. Tenía el cabello con bucles rojizos que le caían hasta la cintura y los ojos de un color verde grama. Al menos esa chica no la miró descaradamente.

—Me llamo Andrea. —Le extendió la mano, parecía nerviosa y me imaginé que seguro la admiraba como a un ídolo.

—He oído de ti —respondió Ksenya, sorprendiéndonos a todas por dirigirle la palabra y tenderle la mano.

Por un momento pensé que la pelirroja se iba a desmayar de los nervios.

—Es mi primer Grand Slam —respondió sonriendo y sus labios carmesí se curvaron en una sonrisa.

El capricho de amarteजहाँ कहानियाँ रहती हैं। अभी खोजें