Capítulo 32

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Nota: Tarde pero seguro.

Te quiero.

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—¿Nos vamos? —lo pregunta severo, pues ha llegado justo cuando ambos se toman las manos y le resulta inevitable controlar la posesividad de su alfa interior. No sabe si el hombre de largos cabellos castaños le ha desagradado al instante porque ha tocado a Sasuke, o si hay algo más que le dicta la intuición.

—Si—el menor contesta al instante, en virtud de la engorrosa sensación que le causa el tenso momento.

—Usted debe ser el señor Namikaze, director de área—irrumpe y lo afirma más que preguntarlo en ese tono de educación ficticia y ese exceso de seguridad que demuestra lo poderoso que es el hombre.

Asiente sobrio—¿Y usted es?

—Neji Hyuga, un placer—ahora extiende la mano al rubio con una gran sonrisa.

—El nuevo inversor—devuelve la sonrisa, pero más que amable es atirantada y poco natural—El placer es mío señor Hyuga—recibe el saludo y ninguno de los hombres es consciente de la fuerza que están aplicando en ese saludo.

La mirada añil no se despega de los ojos aperlados en una guerra muda de virilidad y dominio.

El moreno intuye que no se han caído bien, pues un Naruto tan mesurado y autoritario no es comparable al cachorro que él acostumbra a ver. En el momento en que percibe como las picantes feromonas del alfa áureo comienzan a dimanar lentamente, decide frenar la evidente afrenta, jalándole del brazo, para deshacer el contacto con el castaño.

—Director, ¿podemos irnos? —trata de mantener la calma.

Esto saca al otro de su modo imperativo regresándole la personalidad infantil que tanto le tranquilizaba.

—¡Claro! —se apresura para guiarle al automóvil—Lo siento, debes estar cansado.

—Con permiso—reverencia leve ante el hombre castaño quien le devuelve el gesto.

Tanto el alfa rubio como el menor han arrancado dejando atrás al inquietante hombre, quien permite salir toda la ira acumulada, pues las cosas entre Sasuke y Naruto van más avanzadas de lo que esperaba. Tiene que darse prisa o sus planes podrían arruinarse. No quiere ni imaginar que Sasuke pudiese quedar encinta de ese alfa, ya que de ser así tendría que deshacerse de esa criatura bastarda, pues los únicos hijos que el muchacho dará a luz, serán los suyos.

Tiembla colérico y las feromonas nocivas comienzan a emanar. Un guardia mayor del estacionamiento se acerca al notar de lejos la tensión del hombre.

—¿Se encuentra usted bien? —pregunta a unos cuantos metros de distancia.

En cuanto los ojos de perla, que ahora lucen espeluznantes destellos escarlatas, se posan sobre el pobre hombre, este cae al suelo tomándose la garganta con las manos, pues las poderosas feromonas amenazan con asfixiarle.

—Métase en sus propios asuntos—advierte entre dientes con los enormes colmillos asomándose por su boca.

Se aleja de ahí a paso pesado para abordar su ostentoso automóvil y dar un violento arrancón, derrapando en el proceso.

El guardia sigue en el suelo tratando de recuperarse. Está aterrorizado, ya que en todos los años que ha laborado para el gran conglomerado, jamás le había ocurrido algo de esa índole. Y lo que más le horroriza es entender que, aunque no al podido olfatear nada, las feromonas le han afectado en demasía, siendo que él es un beta.

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Aprieta el volante con mucha fuerza sin siquiera percatarse. La postura de su cuerpo se ve rígida. No parlotea como es su costumbre y esto pone al pelinegro ansioso. Arriban al estacionamiento del lujoso condominio y el joven ya no tolera más la actitud del áureo.

—¿Qué te pasa? —el tono es de confrontación para esconder el trasfondo de preocupación.

—No es nada—contesta hosco y no lo hace de manera intencional. No es alguien que pueda ocultar sus emociones con facilidad.

—¿Es por qué he hablado con el señor Hyuga? —indaga culposo.

—¿De dónde le conoces? —la pregunta brota más severa de lo que quisiese.

—Bueno, un día mientras corría para llegar a tiempo a clase, choque con él y regué café sobre su ropa—juega con sus manos, puesto que, por un sentimiento desconocido, tiene la urgencia de justificarse ante el alfa—Después de eso, se ofreció a comprarme un café—encoge los hombros restándole importancia al asunto.

—¡Demonios! —golpea el volante con la palma haciendo saltar al menor—Le gustas.

—¡¿Qué?! —esa culpabilidad se convierte en irritación frente al lo ridícula que le parece la conclusión del alfa—Agradezco lo mucho que me valoras, pero no todo el mundo se me quiere echar encima—enuncia molesto y suelta una risita sarcástica.

El mutismo del rubio anonada a Sasuke y los labios finos forman una O. Esto le conmociona y le conmueve simultáneamente.

—¿Tú de verdad crees que todo el mundo se me quiere echar encima?

Los ojos azules le miran con candoroso fulgor confirmándole que Naruto realmente cree que él es algo así como la última botella de agua en medio del ardoroso desierto.

No contiene las emociones que le desbordan haciéndole sentir abrumado. Su latente corazón pareciese estallar y su en su vientre el cosquilleo de las mariposas revoloteando le hacen entender que la respuesta muda del alfa, le provoca algo así como un sentimiento de éxtasis. Lentamente, toma la mejilla bronceada y le regala una pequeña sonrisa.

—No todos tienen tan mal gusto como tú, director—bromea tratando de animar al rubio, quien ipso facto levanta el rostro y le mira más ceñudo que nunca.

De un ágil movimiento le ha jalado sobre su asiento, dejándole a horcajadas sobre su regazo—¿Te atreves a bromear con eso?

La nuca de oscuros cabellos lacios, es presionada por la gran mano del alfa en un demandante beso al que no se puede negar.

Sus inexpertos labios son acariciados con avidez por los contrarios. Y poco a poco va descendiendo por la espiral de deseo que le ha comenzado a despertar el alfa desde hace ya un tiempo. La parte racional, como era de esperarse en un ser tan metódico, se hace presente.

—Nos verán, espera—murmura entre los cálidos brazos de su jefe.

—No me importa—le aclara en un susurro sobre sus labios—Tú me provocaste.

—¿Qu...qué? —interroga con la resuellante respiración pesada.

Con fiereza se separa unos cuantos centímetros del nevado rostro ruborizado, para mirarle a los ojos con apetencia—Insinuando que no eres atractivo, cuando me he duchado diariamente con agua fría para aliviar lo duro que me pones...

A continuación, alza un poco la pelvis para restregar la enhiesta erección, en el culo del erótico joven

—Ahhh—gime en el momento en que comprueba lo que el alfa le asegura.

—¿Lo ves?

Continuará.....

¡MALDITO  ALFA!Onde histórias criam vida. Descubra agora