La princesa Anneliese nació el 12 de diciembre de 1494, sí tan solo unos meses después de la llegada de su futuro amor.
El qué parecía ser un hermoso día en su gran Imperio, el Imperio Francés, pronto se convertiría en su martirio. Anne, cómo solían...
Un 6 de agosto de 1515, Mahidevran Hatun daba a luz a un príncipe.
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Todas las mujeres llegaron para el nombramiento del príncipe y aunque Mahidevran sea la enemiga de Dilaşub, está se encontraba feliz por ella.
— Empecemos. — Dijo el príncipe con su hijo en brazos. — Allah es grande, Allah es grande, Allah es grande, Allah bendícelo, Allah cuídalo y protegelo, tú nombre es Mustafá, tú nombre es Mustafá, tú nombre es Mustafá. Mi príncipe valiente y sí Allah lo permite serás mi heredero. — Dicho esto alzó su mirada para ver la cara de sorpresa de su esposa, el enojo de su hermana y la felicidad de su madre.
— Pero, Osmán...— Hatice dijo mirando a su hermano con confusión.
El príncipe simplemente le dio el pequeño a su madre, dejando un beso en la frente de está.
— Dilaşub sígueme. — Llamó el príncipe a su esposa mientras caminaba hacia las puertas.
Dilaşub no dijo nada solo siguió a su esposo, de vez en cuándo apretando la mano de hija la cuál la había acompañado al nombramiento de su hermano.
Hatice miraba preocupada a su amiga, mientras de reojo veía a su madre y a Mahidevran murmurando entre ellas.
Mientras caminaban por los pasillos desolados, un silencio incómodo reinaba entre ellos. Dilaşub pensaba en qué había hecho, o si se habrá enterado de qué le ha estado ocultando su embarazo.
Cuándo llegaron a sus aposentos el príncipe se quedó de espaldas en silencio, mientras su hija era llevada al balcón junto a una concubina desconocida, siendo las puertas de este, cerradas.
Entonces el príncipe se volteó para verle, ella hizo una reverencia mientras tenía su mirada baja, su corazón latía con rapidez y sus manos sudaban.
— Mustafá nació prematuro. — Dijo el príncipe Süleyman mientras se acercaba a su esposa. — ¿Tú sabes por qué?
— Está pregunta la hizo levantar su mirada. — No lo sé alteza, pero es lamentable lo qué pasó.
Una risita irónica salió de los labios del príncipe.
— Y todavía tienes el sinismo de decirme eso. — Süleyman dijo pasando su mano por su frente como señal de frustración.
— ¿Qué le sucede alteza? ¿Qué insinúa? — Dilaşub preguntó con enojo.
Más Süleyman no respondió, solamente se acercó a su escritorio y saco un frasco dorado, extendiéndolo para qué la mujer lo tomará.
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