Chapter 2.

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Ya era medio día y Anneliese no podía con su felicidad, pues aún teniendo 17 años vivía encerrada en su palacio saliendo solo a su jardín privado pero está vez solo por su cumpleaños le habían dado permiso.

— Eléonore! Clarice! Damla! Ya están listas? — La princesa gritó levemente emocionada.

— Sí alteza, solo falta Damla. — Clarice salió de la habitación ya arreglada al igual qué Eléonore.

— Damla, vamos, vamos. — Tocó la habitación de la mujer repetidas veces hasta qué por fin la puerta se abrió y de ella salío Damla. — Veo qué te has tomado enserio eso de arreglarte bien para qué te consiga esposo.

— Ni lo crea mi princesa, no, no, no. — Damla negó aunque era verdad que quería un esposo.

— Bueno, vámonos. — Fue hacia la sala imperial de su padre para despedirse de el y de su madre, cuándo llegó hizo una reverencia hacia ambos. — Padre, las muchachas y yo ya estamos listas para salir.

— Hija mía. — El rey de Francia se paró de su trono para ir hacia su hija y abrazarla siendo correspondido por la muchacha. — Ahora mismo voy a informar a los guardias qué irán contigo, quédate con tú madre y dicho esto el rey salió para informar a sus guardias que la princesa ya estaba lista.

— Madre. — La princesa le sonrió a su madre.

— Mi princesa hermosa, quiero qué te cuides mucho, ¿sí? aunque esté deseo no me haga muy feliz te lo estoy concediendo por qué desde qué has nacido has estado por decir "encerrada". — Con sus dedos hizo unas comillas a la última palabra, para después tomar sus mejillas y dejar un beso en su frente.

 — Con sus dedos hizo unas comillas a la última palabra, para después tomar sus mejillas y dejar un beso en su frente

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— Muchachas quiero qué la protejan con su vida. — Les dijo con una mirada seria a las acompañantes de si hija.

— Por supuesto, así será mi reina. — Y así las tres muchachas le hicieron una reverencia.

Antes de qué la reina volviese a hablar el rey Arthur entró con varios guardias.

— Hija ellos te acompañarán. — El rey Arthur dijo mirando a su hija con una sonrisa.

— Padre, Dios mío, son demasiados. — Vio sorprendida la cantidad de guardias qué su padre dio.

 — Vio sorprendida la cantidad de guardias qué su padre dio

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𝐋𝐎𝐕𝐄𝐑 | Sultɑ́n Süleymɑn Where stories live. Discover now