Chapter 9.

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Malhun despertaba dos horas después, aún estando aturdida y con un leve dolor de cabeza pudo ver a su ángel.

— Süleyman. — Dijo en voz baja llamando la atención del príncipe.

— Mi princesa, Allah bendito estás bien, no sabes cuánto me preocupé cuándo me dijeron que te habías desmayado. — El príncipe se acercó a la camilla para tomar las manos de su esposa.

 — El príncipe se acercó a la camilla para tomar las manos de su esposa

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Malhun sintió paz cuándo tomo las manos de su príncipe entre las suyas.

— ¿Mi bebé está bien? — Preguntó con preocupación.

— Claro que sí, aunque la doctora recomendó que estés en reposo durante unos días. — El príncipe dijo mientras acariciaba suavemente el vientre de su mujer.

— Gracias a Allah, alteza. — Malhun dejó caer levemente su cabeza en la almohada.

— De ahora en más tendrás tus propios aposentos. — Dijo el príncipe mientras le sonreía siendo correspondido por la joven.

Tuvieron qué separarse cuando escucharon las puertas abrirse, entrando por estás las sultanas Hafsa, Ayşe, Hatice y aquella mujer qué la hizo recordar su triste pasado.

— Allah bendito estás bien, Malhun. — La sultana Hafsa dijo mientras se acercaba a su hijo, tras ella su hija mayor.

— Gracias a Allah por mantener a ti y a tu bebé con salud para seguir adelante, querida. — Está vez hablo la sultana Ayşe, su voz dulce y pacífica parecía asfixiar a la madre del príncipe.

— Nos diste un susto grande Malhun. — La joven sultana se acercó a ella para sentarse en un pequeño espacio en la camilla para después acariciar su vientre.

Después de eso las sultanas se marcharon, quedando en la enfermería el príncipe, la sultana Hatice, Clarice, Mahfiruz y Sanavber Hatun.

— Muchachas lleven a la sultana a sus aposentos. — Esto sorprendió a Malhun.

— Pero alteza, no soy una sultana. — Malhun intento corregir más solo recibió una risa por parte del príncipe.

— Aún sí, no has dado a luz pero tú ya eres una sultana, Malhun. — Dijo la joven Hatice, Malhun solo pudo mirarla sorprendida.

Clarice veía esto con sorpresa, después de todo su princesa llegó a un lugar dónde era amada.

— Mahfiruz. — Hatice llamó a la mujer qué estaba aun lado de la mayor.

— Sí mi sultana. — Respondió cabizbaja.

— ¿Ya están listos los aposentos de Malhun? — Preguntó con seriedad.

— Por supuesto sultana, Sanavber y Daye terminaron hace un rato. — Respondió.

— Entonces, la llevaremos a sus aposentos. — Dijo el príncipe mientras se ponía de pie para buscar una forma de levantar a su mujer sin lastimarla.

Cuándo Malhun por fin estuvo parada sintió su cuerpo flojo por lo qué se aferro al cuerpo del príncipe, rápidamente Clarice se acercó a ella para ayudarle a su alteza.

Malhun sintió el calor de la mujer qué la cuido desde qué nació por lo qué también se aferro a ella.

Después de unos largos minutos llegaron a los aposentos de la hatun, los cuáles estaban en el mismo pasillo qué los del príncipe.

Este dejo qué se recostara para qué pudiera descansar quedándose con ella unos minutos para después irse con su hermana.

— ¿Cómo llegaste aquí? — Malhun tenía sus ojos llorosos, Mahfiruz la miró confundida.

— Fuimos traídas directamente aquí alteza, usted fue llevada a Crimea por aquel tártaro. — Dicho esto por parte de Clarice, Mahfiruz quedó más confundida.

— ¿Alteza? — Preguntó la joven atónita.

— ¿Recuerdas la historia qué te conté sobre la princesa qué fue tomada por los tártaros cruelmente? — Preguntó Malhun, recibiendo un asentimiento por parte de su amiga. — Pues...yo soy esa princesa.

— ¡POR ALLAH BENDITO! — Gritó levemente sorprendida la joven.

— MAHFIRUZ. — Gritó entre dientes Malhun. — Baja la voz.

— Es qué, oh por allah, ¿el sultán lo sabe? — Mahfiruz pregunto recibiendo una negación por parte de su amiga.

— Hasta ahora solo tú lo sabes, pronto se lo diré a Sanavber. — Dijo segura Malhun.

Pero cómo dicen por ahí, las paredes tienen oídos.

Daye Hatun escuchaba está conversación con enojo, pues aquella joven no le causaba confianza, y ahora más qué sabía era una princesa sobretodo era una mentirosa.

Ahora tenía como acabarla.

Sin saber qué ese secreto acabaría en felicidad.























































































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𝐋𝐎𝐕𝐄𝐑 | Sultɑ́n Süleymɑn Where stories live. Discover now