La Cercanía

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Ah, no había nada peor.

No había nada peor que ese estúpido viaje, ese estúpido rescate y esa estúpida propuesta de matrimonio.
Y Euphemia, pobre Euphemia, pero ya no le importaba realmente. Ella ya no lo conocía de todas formas. ¡Se conocieron con dieciséis años, por Dios, todo había cambiado desde entonces! ¿Qué hacía Arturo, en medio del bosque, encaminándose a esa misión de rescate si ni siquiera le importaba esa princesa?

Oh, pues sobre eso; tendría que seguir por la mañana, porque ahora estaba algo ocupado.

Le hubiera dicho, lo juraba, le hubiera dicho a Merlín que su deber era casarse con la princesa Euphemia, pero todo había pasado demasiado rápido.

Estaban cerca, muy cerca, y no hubo otra salida que devolverle el beso a Merlín.

Diría que se sentía arrepentido por ello, pero bueno, estaría mintiendo.

Que bien había hecho en devolverle el beso a Merlín.

Esos labios tan suaves, ¿que más podría desear un hombre? Además, solo su culposa conciencia sabía cuántas veces había soñado con esto.

Merlín lo había besado de repente, pero había usado tanta pasión en ello que el corazón de Arturo se derritió.

Sentía el pecho de Merlín vibrar sobre del suyo, sentía sus mechones azabaches entre sus dedos y su boca se deslizaba sobre la suya.

Pues era un invierno helado, pero
con Merlín encima suyo no se puede decir que sufrió frío.

Él mismo sintió las ágiles manos de su sirviente, aquellas que alguna vez habían curado sus heridas, escabullirse por su cintura y subir bajo su fina camisa roja de algodón. Se avergonzó, por que incluso ese inocente toque le dio escalofríos.

Entonces Merlín mordió su labio, tal vez olvidándose de la delicadeza y aprovechó que Arturo abrió la boca para deslizar su lengua dentro.

Ahora esto era nuevo para él; había besado a miles de chicas, pero nunca lo habían besado, y mucho menos un hombre.

Pero la sumisión, luego de toda su vida siendo de la realeza, le sentó bien.

La lengua en su boca estaba húmeda y caliente, pero no se abstuvo ni lo más mínimo de ella.

Otra vez, las manos de Merlín se pasaron por debajo de su camisa y esta vez subieron hasta llegar a su pecho, en donde se pasearon sin vergüenza.

De repente, su boca que se había acostumbrado al calor intenso, sintió frío cuando Merlín se alejó.
Arturo lo miró con ojos confundidos, extrañando ya la cercanía.

Merlin aún tenía sus manos en el cuerpo de Arturo, mientras respiraba agitadamente. Sus mechones estaban completamente desordenados y el rubio disfrutó de la vista.
Ahí fue cuando Merlín lo miró a los ojos, su vista oscurecida por la lujuria.

Arturo esperó, pero no hubo palabras. En cambio, sus ojos se dilataron más.
-¿Qué?- preguntó desesperado, con las emociones desbordándose, pareciendo que la única cosa a donde podía aferrarse eran esos pelos azabaches.

Entonces Merlín sonrió, casi imperceptiblemente, pero Arturo estaba lo suficientemente cerca como para notarlo. No supo si esa sonrisa era felicidad, nostalgia, alivio o tristeza, puede que haya sido todo al mismo tiempo.

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⏰ Última actualización: Mar 31, 2023 ⏰

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