La Agonía

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El futuro rey de Camelot caminaba por un solitario pasillo en búsqueda de su sirviente.

Tenía que indicarle que terminara todas sus tareas y preparará su cama ya que pronto sería hora de dormir, y Arturo realmente deseaba eso.

Había sido un largo día y el alcohol que había tomado en ese bar de mala muerte lo puso más somnoliento.

Ya no pensaba con total claridad, y caminaba sin rumbo por el castillo ya que nadie lo guiaría a sus cámaras, a donde quería ir.

Pensó que si Merlín estuviera aquí, lo ayudaría hasta llegar a su cama.
Y seguro estaría todo el camino hablando y hablando sobre sus tonterías y Arturo solo le diría que se callara, lo que no deseaba realmente.

Arturo frunció el ceño y se preguntó seriamente dónde estaría Merlín. Se acordó por un instante la extraña noche que habían pasado en el medio del bosque, en donde había hablado de la magia como siempre se le había prohibido y todo lo que hizo su sirviente en respuesta fue escuchar atentamente, como si fuera mayor sorpresa para él.

En el instante que se preguntó sobre el porqué Merlín había dado tan pequeña opinión sobre lo dicho, escuchó dos voces hablando.

Y Arturo no era nunca de meterse en asuntos ajenos, pero el alcohol en sus venas le hacía actuar de manera diferente.
Así que sin quererlo, se acercó interesado hacia la puerta de donde venían las voces y estuvo más interesado al escuchar que la voz, sin dudarlo ni por un momento, era la de Merlín.

Estaba apunto de simplemente entrar para llevarse al chico y que lo guiara hacia su cuarto, pero la voz de otra chica interrumpió su acto.

La chica, como no, era Julieta.

Tal vez fue el hecho de querer saber que hacían ellos dos cuando estaban solos el cual le hizo escuchar atentamente, o tal vez fue su tema de conversación.

Magia.

Las palabras de los sirvientes se escuchaban relativamente bien, ya que la puerta no estaba del todo cerrada y dejaba verse una pequeña parte de la escena.

La visión del príncipe era algo borrosa por el cansancio y el alcohol, pero logró ver a la chica sentada sobre una cama mirando hacia abajo, donde se veía una pierna que Arturo supuso era la de Merlín. Las botas abrochadas le confirmaron que, en efecto, era su sirviente quien estaba acostado al lado de Julieta.

La voz del siervo se escuchaba extraña, Arturo nunca lo había oído hablar así. Había una mezcla de incredulidad y exaltación en su hablar. Pero el porqué, lo descubrió unos segundos más tarde.

-...y me empieza a decir que todo lo que había dicho era cierto y que cuando él fuera rey, la magia sería legal.-

El príncipe frunció el ceño al reconocer de que estaban hablando, ya que era lo que él mismo había dicho la noche anterior a esa. ¿Merlin hablaba sobre él con Julieta?

-...Julieta, nunca estuve tan cerca de contarle sobre mi secreto.-

¿Secreto? Si Arturo no estuviera tan borracho, podría haber reído. Merlin era simple como una piedra, no creía que tuviera ningún secreto, verdad?

-¿Que te detuvo?-

-Tantas cosas. Aunque la principal fue porque estuve tanto tiempo pensando en sus palabras, que volvió a dormirse.

Luego de esa respuesta hubo unos segundos de silencio. Parecía que Julieta estaba pensando en qué decir, muy cuidadosamente.

-¿Y no sería tiempo de que lo hicieras?-

-¿Que cosa?-

-Decirle que tienes magia, ¿No crees que merece saber?-

Esa palabra fue la última que Arturo escuchó. Y tal vez fue por el alcohol o por el cansancio, pero el fuerte mareo llegó de golpe.

Por qué no podía ser por otra cosa, no. Ya que lo que había dicho Julieta era mentira. ¿Tal vez ella se había confundido rotundamente? ¿O se refería a cualquier otra cosa? Si, debería haber sido eso.

-Esta muy oscuro aquí. Déjame iluminar la habitación.-

La voz de Merlín se escuchó lejana, pero ahí estaba.

En un destello de luz y un leve suspiro por parte de Merlín, Arturo vio, aunque sea por una parte de segundo, el azul más azul, cambiar a dorado y volver a su estado original en cuestión de segundos.

Por el espacio del marco y la puerta, Arturo lo vio. Una fila completa de velas encendiendose solas a la vez, como si el viento las hubiera prendido.

Pero no era posible, porque la magia, por mucho que le gustara, definitivamente no habitaba en ese castillo.
Ni tampoco en esa habitación.
Ni muchos menos, en un millón de años, en el cuerpo de su sirviente.

Julieta había dicho algo imposible. Pero Merlín... ¿Merlin había demostrado que era verdad? Porque las velas no se encienden solas, y el azul no cambia a dorado en un abrir y cerrar de ojos.

Arturo simplemente se quedó mirando a la luz, el fuego crujiente que iluminaba toda la habitación. Miró tanto tiempo hacia las llamas que su visión empezó a fallar.

Porque no, no podía ser cierto.

Arturo, inmóvil como una estatua y aún parado en frente de la habitación, pensaba en mil y un cosas a la vez. Cada más pensaba, más preguntas tenía.

¿Fuego que aparece de la nada?

¿Azul cambiando a dorado?

¿Un secreto de Merlín?

¿Que él merecía saber?

¿Pero que cosa merecía saber?

¿Era todo verdad, o estaba demasiado borracho?

¿Estaba demasiado borracho, o en quien mas confiaba le había mentido toda su vida?

¿Merlin le había mentido?

Arturo empezó negar frenéticamente con la cabeza, sudando y tomando paso rápidamente.

Tenía que salir de ahí. Necesitaba aire fresco. Aire y la verdad, pero por ahora solo aire.

Su caminar se intensificó y en un muy mal paso, la reciente herida de su muslo le hizo caer de rodillas.

Al chocar con el suelo, Arturo gritó en gran dolor. Pero ya no sabía por qué gritaban. Ya no sabía en qué creer.

Su corazón latía como si intentara liberarse de su pecho, como si quisiera romper sus costillas o si intentara explotar.

El príncipe se retorcía en el suelo, donde su herida le dolía más y más pero ya no sabía a qué herida se refería con eso, todo en su cuerpo y en su mente estaba como un caos y entre todo el desastre de su ser, sintió al inconfundible aleteo de una mariposa, tranquila y alegre en medio de toda la guerra interior suya, y luego algo que le heló la sangre.

-¡Arturo!-, el preocupado grito de Merlín, o quien quiera que fuese, se escuchó sobre todo el dolor ruidoso de su cabeza.
-¿¡Arturo, que te pasó!?-

El supuesto sirviente se agachó hacia su príncipe y lo miró desesperado, lo que Arturo bien sabía pero no se atrevía, en lo más profundo de su corazón, a devolverle la mirada.

-Arturo, háblame. Déjame llevarte con Gaius, estás lastimado.- Su voz dulce pero insistente le erizó los vellos de su piel, pero al toque de su sirviente Arturo se resistía y luchaba con salir y escapar de ese lugar, más cuando se intentaba poner de pie todo el mal de su interior lo tiraba de nuevo al suelo, acompañado de las preocupadas palabras de Merlín.

Pero el rubio ya no escuchaba, ni sabía que decir porque el dolor de su pierna se había ido demasiado rápido hacia todo su cuerpo incluyendo su corazón. La agonía en su pecho le hacía difícil respirar, así que cuando Julieta llamó a los enfermeros para que se lo lleven, no tuvo la suficiente fuerza para resistirse.

Avec tout mon cœur -MerthurWhere stories live. Discover now