Los dos Idiotas Enamorados

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-Oh, Dios mío- dijo en completo shock la vidente, poco después de la repentina declaración de Arturo.
Esto había pasado demasiado rápido, pensó. En realidad le había tomado un buen tiempo al rubio, pero esto venía de repente.
Suspiró, por que ¿que más podría hacer ante esta situación?
-Pasa, cariño- invitó finalmente, tomando su papel de consejera.

Arturo entró al cuarto de Morgana, aún con sus ojos salvajes y respiración agitada. Se sentó sobre la cama al lado de la pelinegra, quien se estaba preparando mentalmente para una extraña conversación.

-Creo que estoy loco- declaró luego de un rato de silencio, consternado.

Morgana evitó reírse lo mejor que pudo, posando su mano en la espalda del príncipe con delicadeza.
-Claro que no, Arturo. Un poco tarde, eso si-

El rubio la miró sorprendido.

-¿Qué quieres decir?-

-Bueno... Digamos que no eres el primero en enterarte- le informó cuidadosamente, tratando de no alarmarlo más de lo que ya estaba.

-¡¿Qué?!- preguntó escandalizado. -¿O sea qué hay gente que sabe que estoy... bueno, eso?-

La vidente se encogió de hombros, restándole importancia.
-Lo importante es que te diste cuenta- le sonrió, apoyándolo.

Arturo se agarró de la cabeza en señal de estar profundamente consternado.
-¿Qué debo hacer, Morgana? Ni si quiera puedo controlar mi cara cuando estoy con él... ¡Y ni hablar de cuando me sonríe!

La preocupación del rubio le hizo gracia a Morgana, también le trajo ternura.
Arturo, el valiente príncipe de Camelot, lloriqueando enamorado sobre su torpe sirviente personal. Morgana nunca pensó que este día llegaría.
Pero que suerte que lo hizo.

-Eres un dramático- planteó la vidente dándole un codazo amistoso. -Es muy fácil lo que debes hacer-
El príncipe levantó la cabeza y la miró expectante.
-Dile lo que sientes-

Los ojos de Arturo se abrieron como dos platos.
-¡No! ¡Ni loco!- negó frenéticamente con la cabeza. -¿Qué tal si se ríe de mi? Quiero decir... eso no me importa. No puedo declarármele así como así, es un sirviente. Es un hechicero, por el amor a Dios. Y yo soy un príncipe, el futuro rey de Camelot.
No, ni pensarlo-

La mujer sentada al lado suyo frunció los labios, pensando el cómo convencerle, ya que muy bien sabía Morgana que los sentimientos al hechicero en cuestión eran correspondidos.

-Pues yo creo que harían una pareja hermosa- expresó simplemente.

Arturo miró hacia otro lado, ya no tan consternado como antes, si no más bien pensativo sobre las simples palabras de Morgana. Se le formó una pequeña sonrisa y sus mejillas se colorearon en un tono más oscuro.

-¿Tú crees?-

-Por favor, obviamente que si. Además, estoy bastante segura de que Merlín no es tan contrarío a tus sentimientos como crees...-

-¿En serio? Pero Merlín es tan... Quiero decir, ¿como puedes saberlo? Él no podría querer a alguien como yo, ¿verdad?- dijo mirándola con ojos tristes. ¿Morgana pensaba que Merlín podría llegar a corresponderle? Su pecho se calentó ante el simple pensamiento, aún que su cabeza le decía que era algo imposible.

-Arturo- llamó Morgana, acercándose, como si le fuera a contar un secreto. -Hay algo que debes saber-

El rubio parpadeó, luego miró interesado. -¿Qué cosa?-

La vidente sonrió un poquito, antes de hablar nuevamente.
-Si no lo intentas, nunca lo sabrás-

El ceño de Arturo se frunció, entendiendo el mensaje de Morgana. Era tonto, pues él ya sabía eso. Obviamente tienes que intentarlo para saber cómo es. Pero aplicar eso a su situación... eso si le ponía nervioso.
Aun que no debería, pensó Arturo. Él era el príncipe heredero de Camelot, valiente y corajudo. ¿Enamorado sin remedio? Pues también. Debería aprender a vivir con eso.

-Tienes razón.- dijo firme. Morgana lo miró con una sonrisa sorprendida, pues había sido más fácil de lo que pensaba.

Arturo levantó la vista para mirarla a la cara con una expresión decidida, cuando su cara se volvió confundida.

-¿Morgana?- preguntó Arturo con el ceño fruncido, observando su cara detenidamente.

La sonrisa de la vidente se deformó, extrañada por el repentino cambio.
-¿Qué? ¿Que pasa?-

-Tienes...- hizo un gesto hacia su boca, apuntando con un dedo en donde estaba su labial rojo manchado.

Los ojos de Morgana se abrieron ampliamente.

-O-Oh, bueno, eso es porque me manché sin querer...- mintió nerviosa la vidente, evitando su mirada.

-Y tu cuello...- dijo de nuevo el rubio, observando bien una pequeña marca morada en el cuello de Morgana, quien empezaba a ponerse roja como un tomate.

-Creo que me habrá picado un mosquito o algo...-

Arturo estalló en carcajadas.

-Si, estoy seguro que hay muchos mosquitos en pleno febrero.

Morgana se sonrojó a más no poder por la risa del príncipe y lo empujó, pero este no hacía más que reírse fuerte.

-¡Cállate! Estarás igual muy pronto- dijo avergonzada.

El príncipe paró de reír en seco y la miró, poniéndose rojo. Entonces los dos resoplaron y cayeron en la tentación de las risas.

Pues si, eran dos idiotas que al parecer habían caído en la fortuna o la desgracia de un incondicional enamoramiento hacia sus sirvientes. Hoy decidieron reírse de ello.

-¡Arturo! Aquí estás. Te estuve buscando por todos lados.-
Como si lo hubieran convocado, ahí se encontraba Merlín, parado en la entrada del cuarto de Morgana. Al parecer no había tenido ni la molestia de tocar la puerta.

Morgana y Arturo se miraron rápidamente, cuando el príncipe endureció su expresión de la vergüenza. ¿Cuanto tiempo había estado ahí Merlín?

-Ah, parece que nunca te enseñaron a tocar la puerta.- resaltó Morgana fingiendo estar molesta, cuando en realidad se moría de la risa.

Merlin rodó los ojos y murmuró una disculpa, luego de dirigió nuevamente al rubio.

-Debes bajar ahora, tu padre te espera para decirte algo importante. Al parecer va a hacer un anuncio, así que Morgana también debería venir.

-¿Qué? ¿Otro anuncio?- preguntó Arturo, sin estar muy emocionado con la idea. -Pero si recién se acaba de ir la visita, pensé que tendría aún que sea un tiempo para descansar.-

-Vaya, parece casi como si tuvieras que trabajar.- ironizó el sirviente, antes de darse la vuelta. -¡Ven!- llamó antes de irse.

Arturo miró a la vidente por última vez antes de levantarse y ésta le sonrió burlona.

-Vamos, veamos qué quiere tu padre esta vez.-

Avec tout mon cœur -MerthurWhere stories live. Discover now