La Bufanda

649 71 8
                                    

Hacía frío, aunque los rayos de sol hacían el ambiente más soportable mientras Gwen caminaba entre los puestos del pequeño pueblo.

Gwen había venido con la Lady Morgana, pero ellas se habían separado ligeramente para ir a ver diferentes puestos en el mercado.

Entonces vio un destello violeta y cuando fijó su vista en él, se dio cuenta que era una hermosa bufanda que colgaba en uno de los puestos.

Ella se acercó para mirarla mejor y quedó embobada con la suavidad de la tela. Pensó en el frío clima y todas las veces que había obtenido un resfriado por llevar el cuello descubierto. Entonces la suave bufanda se le hizo mucho más hermosa.

-Hola, discúlpeme. ¿Puede decirme el precio de esta bufanda morada?- le preguntó esperanzada, aún sabiendo que en su bolso tenía solo una moneda de oro.

El señor vendedor, quien estaba balanceándose perezosamente en su silla, la miró de arriba a abajo disgustado.
-No creo que tengas suficiente para pagarlo, de todas formas. Para qué te molestas en preguntar...-

Gwen abrió los ojos como platos, incrédula y ofendida. Este hombre no tenía derecho a definir su estado económico por cómo vestía ni nada menos.
Estaba apunto de responder al insolente vendedor, cuando una voz la interrumpió.

-Disculpe, señor. Esta dama tiene todo lo que cueste y más, no es que sea de su incumbencia. Me parece una falta de respeto no responder a una simple pregunta que no vino con ninguna mala intención.-
Esa firme voz provenía de Sir Lancelot, el cual estaba parado detrás de Guinevere, fulminando al vendedor con su mirada.

Este, al ver que era un caballero del castillo, abrió los ojos de sorpresa y el color desapareció de su cara.

-E-Eh, Sir Lancelot- Si, ehm, lamento mucho mi comportamiento, p-por favor discúlpeme. La bufanda cuesta una moneda de oro, señor.- le dijo temeroso, esta vez enderezándose sobre su silla en un pobre intento de parecer profesional.

-¡Oh, Lancelot!- sonrió radiante la castaña. -Te lo agradezco mucho.- dijo mientras sacaba su única moneda de oro de su bolsita para pagarle al señor.
Pero entonces el caballero apoyó una mano sobre su brazo, impidiendo que Gwen pagara.

-Aquí tiene.- dijo Lancelot entregando una moneda de oro al vendedor, ignorando las quejas de la sirvienta diciendo que no era necesario.

-Gracias, señor. Eh, ¿Lo quiere envuelto o así está bien?- preguntó el señor mientras intentaba dar una sonrisa, aunque todo lo que salió fue una extraña mueca.

-No. Démelo sin nada, por favor.- le respondió el caballero mirando a Gwen.

Luego de pagar, Lancelot agarró la suave bufanda.

-¿Puedo?- le preguntó gentil a Guinevere, antes de posar la suave bufanda sobre los hombros de la sirvienta.

-Ay, Lancelot. No tenían que hacer esto, en serio. Déjame darte mi moneda, por favor-

-De eso nada.- negó riendo suavemente. -Considéralo como un regalo... y una invitación.-

Gwen lo miró curiosa, tocando su nueva bufanda con los dedos delicadamente.
-¿Para que?- le preguntó entonces.

El caballero la miró como si fuera la octava maravilla del mundo, mientras sonreía levemente.
-Para una cita en el bosque. Hoy. Conmigo y un picnic.-

Los ojos de Gwen se llenaron de sorpresa, aún así sonriendo.

-Mmm, déjame pensar...- fingió la sierva con una sonrisa. -Por supuesto que sí, Lance- aceptó riendo finalmente y abrazando al joven caballero.

Avec tout mon cœur -MerthurWhere stories live. Discover now