La Cacería

776 87 8
                                    

Merlín odiaba la cacería.
Mucho más aún cuando visualizo a los conejos sin vida al costado del caballo que montaba el príncipe Arturo.

¿Donde se encontraba la diversión en matar cantidades enormes de animales, mucho más de lo que uno podía comer?

Y cuando vio las flechas impregnadas de sangre de animal, que más tarde tendría que lavar a mano, se le revolvió el estómago.

A veces Merlín aborrecía a las acciones de los caballeros.

Justo en ese instante el pelinegro escuchó las fuertes felicitaciones a Sir Leon por casar algún pobre animal que seguro solo estaba viviendo su vida, cuando la flecha traicionera atravesó su corazón.

Pero Merlín no quería pensar de esa forma, por que si lo hacía sabía que hechizaría a todos con su magia y se volvería loco.
Estaba algo más alejado, ya que no le agradaba mucho ver la escena en primera fila.

De repente, vio un ligero resplandor dorado y pensó que era la cabellera rubia de Arturo.
Al fijar su vista, vio que era la mismísima Julieta que había conocido una semana atrás.

Ella no lo había visto aún, ya que se encontraba tras un árbol alimentando a su caballo.

-¡Julieta!- llamó su atención el pelinegro, achinando sus ojos como dos medía lunas en una sonrisa.
La rubia giró su cabeza rápidamente y pareció muy sorprendida de encontrar al peculiar chico ahí.

-¿Merlín, eres tú?- le preguntó acercándose, aún algo sorprendida pero con una sonrisa creciente.

-El mismo, jaja. Pensé que no te vería otra vez.

-Realmente yo tampoco, Merlín.- 
La joven vestía un saco marrón que hacía juego con sus ojos. Debajo de este, su ropa de sirvienta se hizo notar. Aunque por ser ropa de sierva, estaba bastante bien.
-¿Dime, qué haces aquí?

-Los caballeros decidieron venir a casar animales.- Merlín se encogió de hombros y torció su sonrisa. -Pero no me gusta presenciar eso, así que los espero por aquí.

Julieta abrió sus ojos como dos castañas y también torció su boca.
-Que terrible. Por suerte nunca tengo que asistir a la cacería, cuando van nuestros caballeros. Igualmente a la mayoría no les agrada, así que son pocos los que van.-

-Dime donde queda tu castillo para mudarme.-
Bromeó el hechicero, sorprendido de las diferencias de sus reinos.

Julieta se encogió de hombros y sonrió.
-Es lo bueno de tener a una reina en vez de a un rey. Son menos vulgares, generalmente.-

-Apuesto que sería mejor tener a un perro reinando que a nuestro rey.- dijo en media broma, media verdad, bajando un poco la voz.
-Si no estas aquí por la cacería, ¿Entonces por qué estás aquí?

-Bueno, recuerdas que te dije que mi reina era fanática de la naturaleza, verdad? Ahora mismo está haciendo una investigación de no se que planta, pero deberías verla. Esta más animada de que cuando se casó.- Lo último lo dijo con una risa.

-Si tan solo nuestro rey tuviera ese tipo de pasatiempos, Julieta-

La nombrada soltó una carcajada junto a Merlín, riendo ante las diferencias de sus gobernantes.

-Oye, quería agradecerte por ayudarme la otra vez con las plantas. No sabes lo mucho que fui halagado por Gaius. ¡Nunca lo había visto tan orgulloso!-

La rubia rió y estuvo genuinamente feliz de poder ayudar al chico de otro reino. Por alguna razón, le caía muy bien. Sin mencionar que tenían muchísimo en común.

-¡En serio, no me agradezcas! Creo que se me está pegando el gusto de mi reina por las plantas. De hecho, me encantaría enseñarte más, si eso deseas.-

Merlín se quedo ahí parado con la boca abierta.

-¿Me lo dices en serio?- le parecía de otro mundo que esta chica estuviera siendo tan amable con él.

-¡Sí! Me ayudaría mucho a repasar todo, y podría acompañar a mi ama en sus extrañas investigaciones.-

Merlín le dedicó una enorme sonrisa. Aunque pensándolo bien, Merlín tenia a Gaius para enseñarle todo lo que necesitara. Pero honestamente, le hizo tremendamente bien hablar con alguien que lo entendía a la perfección. Además Merlín se dormía con las explicaciones de Gaius.

-Si es que te ayuda tanto como a mi, sería un honor. Eres muy amable, gracias, en serio.-

Julieta le devolvió una sonrisa. Secretamente, ella también estaba bastante estresada con su trabajo, y hablar con Merlín era como una terapia.

-¡Julieta, la encontré! ¡Está aquí, la flor que hemos estado buscando, ven!

La voz de una mujer resonó en todo el bosque, llenando la naturaleza de su admiración. Sonaba como una reina de en sueño, realmente.

Julieta miró a Merlín divertida, y este le devolvió la mirada.

-¡Ya voy, Su Majestad!-
La rubia le contestó sonriente.
-Escucha, Merlín. Mañana a esta hora, donde estaba la flor púrpura, bien? Te enseñaré todo lo que quieras saber. ¡Me tengo que ir!-

Y con esa palabra, la chica de ojos marrones se alejó, desvaneciéndose en el denso bosque.

-¡Te veré allí!-
Le respondió Merlín sonriente, solo para confirmárselo.

***

-¿Con quien hablabas?-

Merlín miró para arriba, encontrándose con Arturo, montado en su caballo.

Los caballeros ya estaban preparándose para regresar al castillo. Se veía que habían casado gran cantidad de animales, ya que sus sonrisas y felicitaciones joviales no faltaron.

Arturo se había alejado ligeramente del festejo para ir a llamar la atención de Merlín.

-¿Con quien hablaba? Pues, justamente pasó Julieta por aquí y me contó en qué andaba.-

Julieta.

Arturo tuvo un terrible déjà vu.

-...¿Arturo? ¿Estás bien?

El príncipe levantó su mirada, dándose cuenta que se había perdido en sus pensamientos.

-Ah, lo siento. Merlín, ya terminamos con la cacería. Debemos irnos.

El nombrado lo miró algo extrañado, pero decidió no preguntar.

-¿Entonces, casaron muchos animales?- le preguntó Merlín poniendo a cabalgar a su caballo. La verdad esperaba que la respuesta fuera negativa.

-No mucho, la verdad. Solo unos cuantos conejos, pero nada interesante.- le respondió, cabalgando en dirección vuelta a Camelot. -No pongas esa cara, Merlín. Al menos no casamos un unicornio esta vez.

El pelinegro lo miró con la boca abierta por la descarada broma.

-Eres un imbécil real.- dijo bajito, pero lo suficiente para que Arturo escuchara.

-¡Oye, no puedes dirigirte a mi así!- le dijo, ocultando su risa.

-Oh, lo siento, perdón. Eres un imbécil real, mi señor.

Los dos siguieron su camino al castillo con una carcajada.

Avec tout mon cœur -MerthurWhere stories live. Discover now