La Despedida

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Merlin solo sabía que debía encontrar a Gaius. Gaius, su tío, quien lo había cuidado desde el día de su llegada a Camelot. Tenía que despedirse de él, porque no hacerlo arruinaría lo que quedaba de su corazón.

Estaba bastante oscuro, después de todo, era cerca de media noche. Esperaba poder llegar al gran comedor sin encontrarse con nadie, especialmente no con Arturo. Porque sabía que si se topaba con él, sería su ruin. De cualquier forma imaginable, entre estar colgado de una soga o hundirse en la mirada de decepción de su príncipe. Cualquier forma lo mataría.

Mientras más pensaba en ello, más rápidos y cortos eran sus pasos. Solo esperaba encontrarse con Gaius lo más pronto posible para así poder marcharse de Camelot por siempre. Ese reino ya no era nada si su príncipe lo odiaba.

Casi se le sale el corazón del susto cuando escucha su nombre en el silencio de ese pasillo.

-¡Merlín!- llamó Julieta lo suficientemente alto para crear un eco. -Te estuve buscando por todos lados.-

Merlín casi no pudo mirarla a los ojos. Él también tendría que despedirse de ella. Aunque tendrían que hacerlo de todas formas, ya que ella y el reino de Lourine se iban a la mañana siguiente. Le daba lástima no poder estar con ella hasta el último minuto.

-¿Porque no fuiste a la cena de despedida?- preguntó ella, pero el silencio de Merlín no parecía detener su hablar. -No creerás lo que leí en este libro...-

Julieta abrió un viejo libro de medicina que Merlín ni siquiera había notado que traía y decidió simplemente ver lo que su amiga quería mostrarle.

-¿Recuerdas lo que me dijiste hace unas horas?- Merlín no necesitó ni un segundo para recordarlo, ¿y como no hacerlo? Eso es lo que había causado tal desastre. El hechicero asintió levemente, aún confundido. -Pues creo que se porque Arturo se comportó así en el bosque.-

El pelinegro frunció el ceño y lo pensó bien antes de mirar donde Julieta apuntaba en su libro. ¿Esto significaba que Arturo no había actuado por su cuenta cuando dijo que le encantaba la magia? Ahora que recordaba, todo había sido muy bueno para ser real...

-Cada ser que se acerque a esa flor, cada ser que no tenga el don de la magia será afectado por su poder.- Julieta empezó a leer una línea de la página y recién ahí fue cuando Merlín miró. -Cuando la flor del corazón esté cerca de una de su misma especie, ella absorberá el poder de la otra y el hechizo hará lugar. Tanto será el poder reunido en una única flor, que aquellos que no tengan el don de la magia serán afectados por esta. Sin antídoto de ningún tipo, sólo sabrán decir la verdad y nada más que la verdad. La única forma de deshacerse de este hechizo, tan fuerte como un sentimientos, es confesar su mayor secreto y para ello, usar todo el corazón.-

Por un momento sólo observo la página, ya amarillenta por la vejez de ésta. Sus ojos se fundieron en una imagen de una flor, la flor que Gaius le había pedido que recogiera, la flor por la cual había conocido a Julieta, dibujada debajo del texto recientemente leído.

La flor del corazón. Ahora recordaba lo que Gaius le había dicho, y porque llevaba ese extraño nombre.

Porque domina el corazón. Afecta la función de éste, la cual es encargarse de los sentimientos.

Merlín ahora entendía que todo lo que Arturo confesó ese día en el bosque había sido la pura verdad, entonces, ¿Se había liberado del hechizo?

-Cuando esto ocurra, una mariposa azul y brillante volará al exterior del cuerpo afectado, después de haber habitado en él.-

Oh. Pero no había salido ningún tipo de mariposa azul. ¿Ahora eso que significaba? ¿Que Arturo tenía secretos más profundos que su afición por la magia? Eso no tenía sentido.

Merlín levantó su cabeza y se encontró con esos ojos como dos castañas, y de repente no supo que decir.

-¿Entiendes? Arturo estaba hechizado por la flor del corazón, obligándolo a decir la verdad. Justo esa flor que duplicaste el día que nos conocimos. Significa que él estaba diciendo todo eso en serio, Merlín, deberías hablarse sobre tu magia y así tal vez se atreva a hacer algo contra su prohibición y...-

-Él ya sabe.- le cortó Merlín, y la rubia paró de hablar al instante. Sin saber qué expresión poner, ya que podían ser muy buenas o muy malas noticias.

-¿Y Arturo como reaccionó?- preguntó despacio pero se arrepintió al instante, ya que al fijarse mejor en la cara de Merlín, incluso con la poca iluminación de las antorchas, resaltaban sus ojeras oscuras, los rastros de lágrimas y sus ojos, siempre tan alegres y brillantes parecían exhaustos.
-Oh- dijo bajo, porque no necesitaba respuesta de Merlín para saber.

-Me iré de Camelot.- anunció Merlín con una voz muerta, sin atreverse a mirar a su amiga.

-Pero Merlín, no puedes... No puedes rendirte tan fácilmente. Sin tan solo hablaran...- su voz angustiada casi le devuelve las lágrimas al hechicero.

-Oh, créeme, ya lo hicimos. Pero no puedo... no puedo escuchar su voz otra vez después de lo que dijo.- negó con una voz quebradiza, y Julieta no quería ni imaginar lo que Arturo había dicho para poner al hombre así.

-Cariño...- dijo lastimosa y simplemente puso sus brazos al rededor de Merlin y lo apretó con fuerza, sintiendo como su abrazo era correspondido y la verdad era que aunque ella y Merlin se hubieran conocido hace pocos días, tenían tanto en común que incluso el dolor se compartía.

-Julieta, si- si decido mudarme a otro reino... ¿Crees que sería bienvenido en el tuyo?- preguntó en medio del abrazo con una voz llorosa y Julieta que hubiera dicho que si a todo solo por la forma que su pecho tartamudeaba por los sollozos.

-Ni lo dudes, Merlin, ven cuando tú quieras. Siempre tendrás a una amiga que te espera... Decidas lo que decidas, solo quiero que sepas que te apoyaré- le sonrió al hechicero aunque no podía verlo y lo abrazó con un poco más de fuerza.

-Y Julieta...- dijo frágil mientras se alejaba un poco para estar cara a cara. -Si me voy de Camelot... prométeme que tú si vendrás a veces, solo para ver como andan las cosas. Y no dejes a Lancelot solo, por favor, no sean tontos y acepten su amor.-

Julieta asintió en una risa llorosa, le prometió a Merlín todo lo que él le pedía y sólo deseó, quiso hacer cualquier cosa, solo para que Merlín volviera a sonreír.

Avec tout mon cœur -MerthurWhere stories live. Discover now