Sophia Pierce - Mi vida sin ella

Comenzar desde el principio
                                    

A. Cevallos.

Sonreí porque no podía ser de otra forma, era evidente que había sido él, ese artista que conocí cuando me uní al grupo Renacer y que incluso sin hablarnos, nos convertimos en buenos amigos.

Nadie tenía sus dotes artísticos ni me conocía tanto como para hacer exactamente la galería con la que tanto tiempo soñé. Además, era un exagerado y malgastador de pintura, era evidente. ¡Todo estaba repleto de pinturas, de todo tipo! De colores, marcadores, temperas, pinturas al frío, sprays de cada marca. Lienzos de diferentes tamaños y cuando la rusa me gritó: -Tienes que ver esto. -No imaginé que había más.

Entramos a un cuarto que era como un escondite, y pasabas a través del piso. Por supuesto ella lo descubrió porque había otra nota con una gran X roja sobre lo que era el compartimiento, pero de no estar eso allí tampoco habría sabido, ni ella ni yo.

Cuando quieras escapar de tus adeptos, de los vehementes de tu arte, del mundo en general, o de una molesta exposición que ya te haya cansado en la misma o mayor medida que la prensa que cree conocerte y se ahoga en su ignorancia, solo entonces podrás subir al último piso y dirigirte a tu oficina. Aparentemente es abierta, todos la pueden ver, pero hay puntos ciegos, así que justo cuando te coloques sobre la X y aprietes el botón, estarás sumergiéndote en tu propio mundo y pasarás a la oficina dentro de tu oficina, a tu guarida.

Un espacio oportuno para que te conozcas o para que huyas, para que te quieras, o para que te odies. Me da igual cuál opción escojas, todos precisamos un momento lejos del ruido adverso, de la putrefacta sociedad, del eco del orbe y de nuestra propia consciencia. Que cuando llegues a este punto dejes de escuchar, que tus pensamientos arranquen su propio rumbo y tu alma decida su próxima dirección.

Todas las paredes son blancas porque así, como en la vida, los colores variarán según tus acciones y decisiones: lo que sigue lo elijes tú, y nadie más podrá elegir el color de los espacios. Este sitio puede ser tu guarida, el lugar en el que te escondas y huyas, o puede ser lo contrario, puede ser tu verdad, el punto de quiebre donde te reconoces y admiras, donde aciertas y avanzas, donde dejas de correr de tu propia realidad y comienzas a domarla.

Este sitio puede ser tu infierno, o tu edén. Puedes controlar tus pensamientos o seguir viviendo víctima de tus emociones. La sensibilidad a rienda suelta es el fracaso de los más grandes artistas, pero aquellos que sienten y controlan, que se doman y luego se desbocan, esos que controlan sus tiempos y su dolor... terminan convirtiéndose en los que gobiernan el mundo. Para cambiar algo, debes hacerlo desde adentro y esta es tu oportunidad.

Muéstrate y ámate, rebélate y sopórtalo, recuerda y añade, porque el recuerdo solo es eso que fuiste añadiendo hasta que la obra llegue al punto final.
Sin más acto al cual suscribir, se despide quien valora lo que escondes dentro del lienzo de tu interior. Y no te felicitaré por un año más de vida, sino por un día más en el que te animas a limpiar la brocha y mezclarla con la vehemencia de quien no se detiene, ni paraliza, de quien solo toma espacios para buscar nuevos colores, para eliminar capas que hayan dejado de fluir. Es tu turno, Sophia, ahora, fóllate al arte.

Demian Page.

La rusa leyó cada palabra de Demian y luego me dijo:

-¿No podía decirte solo que era un sitio para que follaras sin que nadie te viera en medio de una exposición? Hubiese sido más divertido que toda esa verborrea. -Y la vi encogerse de hombros entregándome la nota-. Es broma. Estuvo lindo solo que tengo mucho tiempo sin sexo y ya lo necesito.

-Pero yo no necesitaba saber eso -le respondí.

-Mojigata.

-Exhibicionista.

El capricho de amarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora