SEGUNDA TEMPORADA DE "IN YOUR WEDDING DAY"
La familia perfecta se ve afectada por información que comienza a salir a la luz, ¿podrán Neymar y Julieta volver a enamorarse, sortear todas la dificultad y reelegirse para tener su final feliz? Hasta que...
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CAPÍTULO VEINTICINCO
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—Tira, dale. —Pedí, dándole un sorbo a la bombilla y mirando atentamente a mi hijo.
Max se tomó todo el tiempo del mundo, agitando el dado entre sus manos sin dejarlo caer sobre la mesa. Neymar suspiró y me miró revirando los ojos, impaciente. Le di una patada disimulada y apoyé la mano en el hombro del monito, logrando que me prestara atención.
—Dale amor, es para hoy.
—Para mamá, estoy invocando a la suerte —Dijo, agitando el dado otra vez—. Me van a salir los seis puntitos.
Entrecerré los ojos y bostecé, fingiendo que me quedaría dormida sentada. Finalmente, el niño dejó caer el dado que dio vuelta sobre la superficie de madera hasta detenerse en una de sus caras, dejando ver cuatro puntos. Máximo bufó indignado y se cruzó de brazos, mirando el tablero con recelo.
—Perdiste —Neymar sonrió abiertamente, comenzando a juntar las piezas—. Y yo gané otra vez.
—Amor —Lo reté—. Sos peleador, siempre dando la nota vos.
—Tiene que ir armándose para la vida —Se defendió, levantando ambas manos en son de paz—. Le estoy enseñando el valor de perder.
—Li istiy insiñindi il vilir di pirdir.
Neymar se rio entre dientes y terminó de guardar todas las piezas del parchís dentro de la caja. Me puse de pie y me detuve detrás de Máximo que seguía con los brazos cruzados y el ceño fruncido, aguantándose las ganas de llorar.
Apoyé las manos sobre sus hombros, haciéndole un mansaje suave y lo volteé levemente para que me mirase. El monito suavizó la mirada tan pronto como sus ojos verdes se encontraron con los míos, y unos segundos después sentí sus brazos envolver mi cintura, escondiendo el rostro en mi abdomen, buscando consuelo.
Le hice mimos en la espalda y dejé un beso en su cabeza. Era tan competitivo como su padre, así que ya estaba acostumbrada a este tipo de reacciones porque desde que había aprendido los números y los colores jugábamos al parchís y siempre que alguno de los dos perdía me tocaba consolarlos.
