Capítulo 30.

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Sacrificio.

Harry P.O.V.

La verdad. Finalmente la verdad. Pensé mientras me quedaba ahí, tumbado en el piso, como si ya estuviera muerto. Que muy pronto lo estaría. Se acabó. Todo había terminado. Ahí, en aquel lugar donde creí que se me estuvieron revelando los secretos de la victoria durante años, ahora entendía que yo nunca estuve destinado a sobrevivir. Tenía que ser así. Tenía que terminarse lo que empezó en el Valle de Godric de forma limpia y sin contratiempos. Ninguno de los dos viviría, ninguno de los dos sobreviviría.

¿Dolería morir? Me pregunté todavía tumbado en el suelo. El corazón me latía a mil por hora. ¿Cuántos latidos más necesitaría para salir del castillo y llegar hasta el bosque? Supuse que no muchos. Pensé en todas las veces que estuve cerca de morir y que fueron mis ganas de vivir las que me hicieron dar lo mejor de mi mismo y salir victorioso. Pero no esta vez. Ni siquiera estaba pensando en como iba a escapar o burlar a Voldemort, porque así tenía que ser.

¡Ojalá hubiera muerto la noche en que Draco y los demás me sacaron del número cuatro de Privet Drive! ¡Ojalá hubiera muerto como mi fiel amiga, Hedwig, que ni siquiera se dio cuenta! ¡Que envidia de verdad como murieron ella, o mis padres, o Sirius, tan rápido! Aunque supuse que Voldemort, quien llevaba años esperando ese momento, no querría alargarlo mucho. 

Entonces entendí que la traición de Dumbledore significaba menos que nada, porque obedecía a un designio mucho mayor. ¡Ah, que astuto que fue su plan! Dumbledore sabía muy bien que yo, Harry Potter, iría hasta el fin del mundo para encontrar y destruir todos los horrocruxes, confiando en que yo pensara que podía sobrevivir, y que las personas que me siguieran en mi travesía me iban a infundir ánimos, me darían esperanzas de tener una vida larga y plena como la que mis padres tuvieron, cuando en realidad mi tiempo de vida dependía de cuanto tiempo tardara en encontrar los horrocruxes, pues yo era el último.

Pero una parte de su perfecto plan había fallado. Nagini seguía y seguiría aún después de la caída de Harry Potter. Mientras quedara un horrocrux, Voldemort no podría morir. ¿Quién me iría a sustituir? Todo el Ejército de Dumbledore sabía lo que teníamos que hacer para vencer al Señor de las Tinieblas. Sí, pensé. Ellos tenían los recursos para destruir a la serpiente después de mi muerte. Y la tendrían más fácil, porque Voldemort estaría ya en su punto más débil. Así que estarían bien, al menos la mayoría, o eso esperaba.

Con ese pensamiento me puse en pie finalmente. Aún en mi lecho de muerte, jamás me había sentido tan vivo, tan lleno de energía, jamás había sido tan consciente de mi cuerpo. ¿Por qué nunca valore este conjunto de carne, cerebro y corazón, pensé? Aunque dentro de poco ya no lo necesitaría. Me levanté y empecé a caminar, directo hacia mi destino final.

En el trayecto fui esquivando a los fantasmas, maestros y alumnos que seguían apilando cadáveres y atendiendo a los heridos. No iba a permitir que ninguno de ellos me viera, ni siquiera mis amigos, ni siquiera Cho. Por mucho que mi corazón anhelaba gritar que ahí estaba, gritar lo que estaba a punto de hacer y que por favor alguien me detuviera, sabía que no podía. Quería ahorrarles ese dolor a mis amigos y a mi novia, aunque fuera tan solo por un rato.

-Tal vez esto nos sea útil.

Era Draco. Se quitó la capa invisible cuando me volteé a ver de donde venía la voz que me hablaba.

-¡Merlín santo, Draco! Me asustaste.

Draco sonrió. No era su sonrisa burlona de casi siempre, era una sonrisa triste. Sabía muy bien lo que estaba a punto de hacer.

Harry Potter y las Reliquias de la Muerte: Amor y Redención.Where stories live. Discover now