Capítulo 1.

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La Batalla de la Torre de Astronomía.

Draco P.O.V.

Han pasado años desde entonces, y aún lo recuerdo como si fuera ayer. Recuerdo perfectamente que sentía que me iba a morir del miedo en ese momento, pero también sabía muy bien que si fallaba no iba a ser el miedo el que me matara. Subí hasta la torre de Astronomía. Miré hacia todos lados. No había nadie cerca. Lo único que se escuchaba era el viento. Pero agudicé mi oído y alcancé a escucharlo: era Dumbledore, y no estaba sólo. No sabía ni me importaba quién lo estuviera acompañando. Si tenía que matarlo a él o a ella también lo haría, pensé no muy convencido. Durante varios minutos que se me hacían horas, me debatí internamente en si seguir o no con esta locura. Sabía que eso era. Una barberie, un acto de cobardía. Pero entonces recordé que los mortífagos, guiados por mi tía Bellatrix, llegarían en cualquier momento. No tenía salida. Tenía que hacerlo. Finalmente, abrí la puerta, pero sólo vi a Dumbledore, ahí parado cerca de la ventana de la torre más alta del castillo, con la varita levantada. Pensé que iba a atacarme.

-¡Expelliarmus!

La varita de mi anciano director salió volando de su mano. Todavía no lo sabía, pero aquella acción había marcado el comienzo de la caída de Lord Voldemort.

-Buenas noches, Draco.

Dumbledore no parecía muy sorprendido de verme. De hecho, el sorprendido fui yo. Está bien que Dumbledore era uno de los magos más valientes de todos los tiempos y un mago de 16 años no lo asustara, pero ¿acaso ya había visto venir todo esto? Traté de pensar en otra cosa.

-¿Quién más está con usted? ¡Oí que hablaba!

-No hay nadie más aquí Draco, como podrás ver.

Pero yo no me lo creía. Miré hacia todos lados. Nadie. Pero igual no caía. Aun así, intenté concentrarme en la misión que Voldemort me había confiado.

-Por cierto, yo también podría hacerte esa misma pregunta. ¿O has venido sólo?

-No. No he venido sólo. Por si no se ha dado cuenta, hay mortífagos en su colegio esta noche.

-Vaya, vaya - Dumbledore no parecía para nada sorprendido de lo que le estaba diciendo. Eso me ponía todavía más nervioso. - Muy astuto, has encontrado una manera de introducirlos, ¿no?

-¡Sí! ¡Y en sus propias narices! - gritaba para tratar de disimiular el terror que estaba sintiendo, que para ese momento había alcanzado niveles insoportables. 

-Muy ingenioso. Pero... ¿Dónde están? No veo refuerzos contigo.

Dumbledore podía llegar a infundir mucho más miedo que Voldemort. Es decir, ¿cómo alguien que está a punto de morir puede estar tan tranquilo?

-Se han encontrado con algunos de sus guardias. En este momento estarán luchando, pero ya vienen. Yo me adelanté. Él me encomendó una misión.

-Pues entonces, debes cumplirla, Draco.

La respuesta me dejó de piedra. ¡Cómo! ¿Acaso el profesor Dumbledore ya lo sabía? ¡Pero si era imposible!

-Tú no eres un asesino, Draco.

-¡¿Cómo puede estar tan seguro de eso?!-grité mientras me acecaba alzando aun más la varita-¡Usted no sabe de lo que soy capaz! ¡Ni de lo que he hecho...!

Harry Potter y las Reliquias de la Muerte: Amor y Redención.Where stories live. Discover now