20 - 🗡️Cuentos de Bares🗡️

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ELOÍN

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ELOÍN

Nos metimos al agujero y Espinoso siguió con sus mediciones, como llamaba él a manosear las paredes y aquellos raros relieves tallados en ellas. El interior seguía bajo penumbras, así que había traído conmigo una vela que encendí para seguir al chico mientras bajábamos. Desearía haber traído un velamarilla, pero eso implicaría repartir las ganancias en tres. La escalera descendía en forma de espiral y no se veía nada del fondo.

—¿Hasta dónde llegará esto? —pregunté.

—Esta cultura construía cosas monumentales —dijo Espinoso—. Lo más probable es que encontremos un laberinto allí abajo. Estos dibujos —agregó señalando de nuevo el mapa— muestran una cúpula triangular.

—¿Otra pirámide bajo esta?

—Eso sospecho, pero no tendría sentido.

Estudió una marca en la pared de un lado. Los dibujos tenían la forma de un hombre con una especie de sombrero de cono y a su lado había una mujer muy curvilínea.

—¿Una familia?

—Un rey y su sacerdotisa —corrigió Espinoso—. ¿Has escuchado mucho sobre cuentos antiguos?

—En los bares —dije—. Los trovadores cantan mucho en esos lugares. En especial cuentos infantiles. Pero ¿qué tiene que ver este dibujo con un cuento?

—Esto narra la historia de una sacerdotisa que se venga del rey por haberse sido infiel. Le pide a Nami que lo convirtiera en piedra a él y a la amante.

—¿Crees que algo así pasó?

—No —contestó—. Pudo haber sido una ahumadora.

—No es posible —dije—. No hay ahumadores capaces de convertir a otros en piedra.

Estudié su rostro. Estaba demacrado, con enormes ojeras bajo los ojos, negros como una espada de sombras. Su pelo parado estaba peor cada vez, parecía llevar un arbusto en la cabeza. Habíamos estado descifrando aquellas columnas por ¿cuánto tiempo? ¿Deberíamos seguir bajando sin descansar?

—¿Tenemos prisa por encontrarla? —pedí saber.

Espinoso se giró a verme y entornó los ojos.

—Mi padre lleva años detrás de ese mineral —dijo—. Murió en su búsqueda. Aunque descansemos, no podría dormir sabiendo que estoy tan cerca.

—Está bien —dije—. Pero si mueres de cansancio me quedo con todo.

—No sabrías qué hacer con la piedra —dijo él.

Guardé silencio. Seguimos bajando.

El calor aumentaba cada vez más y mi camisa se estaba manchando por el sudor y la tierra de la pared. Además de abajo provenía un aroma no muy agradable para nuestras narices. Tardamos mucho, quizá una hora, en encontrar al fin otra escritura en la pared. Comenzaba a alegrarme de ver una. Esta señalaba una especie de nidos. Cuando bajamos los últimos escalones, entendimos a qué se referían. Nidos de serpientes. No cualquier serpiente.

ASANE (Ya en físico)Where stories live. Discover now