JULIE DASH - CÍRCULO VICIOSO

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—Tienes razón, no debí venir a buscarla —confesé.

Porque es evidente que fue por celos, pero también porque no concibo vivir sin ella. No quiero hacerlo. Cometí errores, ella debía estar enterada de que mi carrera estaba en juego. Que pronto no tendríamos una razón para vivir en Boston, y que una vez que me quitaran la beca, mis padres amenazaron con sacarme del departamento que compraron para mí, específicamente para que estudiara. «¿Qué sentido tiene que sigas viviendo allí? Preferimos que te mudes con nosotros, eventualmente sin el combo. Ser adulto es una responsabilidad, vivir con pareja, tiene un costo, y nosotros te cubrimos el tuyo mientras estudias. Está claro que cuando suspendas ya no será más nuestro problema», fueron las palabras de mi madre, y yo llevé todo el peso. Me sentía decepcionada, pensé que decírselo a Sophia iba a eliminar la imagen que admiraba de mí. Ya no era la chica que aprobaba todo. La que se ganó una beca y se concentraba al máximo en sus responsabilidades. No era la persona de la que se enamoró.

Ahora había tomado un avión con dinero ajeno, no sabía ni siquiera cómo iba a pagarle, y extrañaba a mi abuela. Quería solo estar con ella, que me dijera que iba a sobrellevar cada dificultad. Quería que por un momento alguien me viera como de verdad soy, sin todos los atributos que me pusieron. Estaba exhausta. Cansada de seguir intentándolo y fallar. En todos los aspectos. Me gustaría volver a mi país, a mi casa donde pasaba horas nadando y salía relajada, conectada con mi interior. Donde Sergio y Claudia estaban allí para mí, intentando eliminar mis murallas, pero sin presionarme. Ellos eran mi familia.

—Nunca dije que no debías venir y si lo dices por el dinero, te puedo recordar todas las veces que nos pagabas a nosotros, si yo sacara la deuda que tenemos contigo, daría para 83 viajes a Australia a buscar a tu novia —me dijo Paula,  tomando un largo trago de cerveza, para agregar—: Benjamín está bien económicamente, yo como siempre, estoy pegada del subsuelo, pero tengo mucha personalidad —bromeó—. Así que olvídalo, unas veces estamos arriba y otras abajo, tú siempre estás arriba, pero ahora tienes una crisis de capital, podríamos prostituirte y resolver esto rápido. «Lesbiana usada solo dos veces», imagina ese titular. Tendrías para pagar cinco veces tu carrera.

—Definitivamente estás loca —le respondí.

Ella saltó a acomodarse conmigo en el piso y me abrazó por detrás.

—Te amo y eres de las personas más bellas y completas que conozco, pero debo decirte unas cuantas cosas ahora que estoy ebria. ¿Preparada?

—No, ni un poco —contesté, tragando otro sorbo de cerveza.

—Escúchame bien —fue lo primero que dijo, dando un salto para terminar sentándose frente a mí—: Nadie conoce a Sophia como tú, y si piensas que necesita ayuda, es algo que no te puedo debatir, ni hoy ni nunca. Me has contado a medias o te he sacado muchas cosas a medias, porque sientes que tu lealtad está en no contarme nada, o porque desde que te conozco te encierras tanto en ti, que debo deducir más de la mitad de tu vida. Es casi un milagro que me dijeras lo que sucedió en el Roraima. Y creo que lo hiciste porque amenacé con buscar a esa perra y sacarle las tripas por volver a buscarte. ¿O me equivoco? Ya había conseguido su Instagram y si no me decías, le iba a llegar un DM nada agradable.

—Paula, al final Belén solo me dijo lo que yo necesitaba saber...

—No —me interrumpió—. Necesito que me dejes hablar porque casi nunca tengo estos episodios de sabiduría, pero las cervezas están surtiendo efecto y quiero decirte que el amor no condiciona.

—No la condicioné.

—Lo hiciste, reina. Lo hiciste y lo entiendo. Desde Venezuela podía sentir el miedo que tenías de que ella volviera a intentarlo, pero no eres Dios, no estás en su mente. No sabes cómo le hacían daño las pastillas que le recetó el psiquiatra. No vives en su interior ni tampoco cargas con sus penas y no tiene porque ser así. Tienes tus problemas y debes ocuparte de resolverlos. Todo lo que te está pasando es porque te saliste de tu vida para vivir la de otra persona y no es culpa de Sophia ni de nadie que vayas a reprobar, solo tuya. Por eso, aunque sé que ustedes van a superar esto, lo mejor es que se den un tiempo.

El capricho de amarteWhere stories live. Discover now