cuarenta y ocho

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—Alemán y capricornio, seguro. 

—¿Tampoco has leído que mi cumpleaños es el dieciséis de junio?

Valerie abrió la boca. —¿¡Géminis!? —exclamó en un susurro. Tuvo que dar un buen sorbo a su margarita. Cada vez estaba más sorprendida: entre los gatos, su talento para la cocina, su afición a los cómic, manga y videojuegos, su claro origen alemán... Era como si Levi Braun fuera un compendio de piezas de puzle que no encajaban entre sí. Valerie  no conseguía crear una imagen completa del médico y eso, en parte, le aterraba. Necesitaba conocerle bien, necesitaba poder adelantarse a cualquier imprevisto. 

Aun así, decidió quedarse con lo bueno: se estaba abriendo de forma sincera y natural, y eso era una muy buena señal.

Los platos llegaron a la mesa. Levi fue el primero en probar uno de ellos; había dejado que Valerie los eligiera y ni siquiera sabía qué eran. Ella, mientras tanto, continuó hablando. Su mirada verde parecía estar buscando algo en Levi con ahínco, como si tuviera enfrente un singular y único cuadro expuesto en una de las salas del MET en el que cada detalle era cautivador. Valerie odiaba admitirlo, pero el Doctor Braun tenía algo -su aura, quizá- que le había fascinado desde el primer momento. A lo mejor era la naturaleza indagadora de Valerie y su afán por desvelar los secretos de la psique humana lo que le había hecho pegarse a Levi. A lo mejor es que él era un imán por su físico. O, a lo mejor, simplemente era una coincidencia, y los dos habían terminado en el mismo sitio durante el mismo periodo de tiempo. 

No sabía qué era, pero lo descubriría. Y lo convertiría en su arma. 

De repente, Levi dejó de comer y dejó caer los brazos sobre la mesa, haciendo que se moviera y sobresaltando a Valerie. —¿Qué estás intentando hacer? ¿Leerme la mente o algo? —bufó, escondiendo su evidente bochorno tras la molestia. 

Valerie agitó la cabeza y sonrió. El cardiólogo tenía razón; le había estado mirando de forma indiscreta y durante demasiado tiempo. —Nada, nada. ¿Te has cortado el pelo? 

—No. —Levi frunció el ceño, extrañado.

La psicóloga, temiendo que Levi no iba a seguirle el juego y sintiendo lo mismo que en una primera y bochornosa cita con algún elemento de Tinder, decidió cambiar de tema: —¿Puedo hacerte una pregunta que me lleva rondando la cabeza desde hace tiempo?

Mitad expectante y mitad suspicaz, Levi se cruzó de brazos. —Sí... supongo.

—¿Desde cuándo tienes a tus gatos? 

Ah, las mascotas, esa infalible forma de hacer que una conversación reflote. Levi descruzó sus brazos casi al instante, se inclinó sobre la mesa y, mientras compartía su cena con Valerie, habló sobre los mininos. Valerie, que tenía una curiosidad genuina por saber cómo había terminado con tres gatos alguien tan ocupado como el Doctor Braun, estuvo escuchándole durante largos minutos, asintiendo, soltando breves '¿en serio?'. Nunca antes le había visto hablar tanto. Y tampoco le había oído nunca sin un tono que sonara frío o hirientemente sarcástico. Valerie sonrió con cierta ternura cuando Levi le contó que había rescatado a Ginger, el gato más pequeño, del hueco de una tubería.

Si Levi hablando con frases de más de cinco palabras había sorprendido gratamente a Valerie, cuando él le preguntó si no había tenido mascotas le pareció un auténtico milagro. La psicóloga negó con la cabeza y, casi sin darse cuenta, le contó la vez que su hermana llevó un mapache a su casa. 

A matter of heartDove le storie prendono vita. Scoprilo ora