La de cabello caoba se encogió de hombros. —Me preocupo por tu salud afectivo-sexual. —se llevó la mano al pecho. —¡Cualquier amigo lo haría! Y te recuerdo que dejaste bien clarito que follártela era tu objetivo.

—Bueno, no es mi objetivo último-

María ahogó un grito que, de no ser por haberlo sofocado, habría sido ensordecedor. Se detuvo en la mitad de los escalones. —¿¡Qué!? ¡Desarrolla! —le exigió —¿¡Realmente estás colado por ella!? ¿Colado nivel 'quiero pasar el resto de mis días con ella'? ¿Nivel 'tengo treinta años y se me va a pasar el arroz'?

El cerebro del Doctor Braun recibió tanta información y tantos estímulos al mismo tiempo que hizo un pequeño cortocircuito. Abrió la boca en un intento fallido de explicarse, pero solo pudo agitar la cabeza, reordenar rápidamente sus ideas y señalar a su amiga con ambos índices. —Te estás ilusionando demasiado. —le advirtió. —En ningún momento he dicho eso. Ni lo he pensado. —añadió al ver que María estaba a punto de soltar alguna perla. —Mi objetivo es terminar el proyecto cuanto antes. 

La pediatra bajó los escalones que la separaban de Levi con dos pasos largos y alicaídos. —Jo, pensaba que por fin te había quedado claro que, al menos, hay algo de chispa.

Levi miró de reojo a su amiga. —¿Tú crees?

María le devolvió la mirada por encima de la montura de sus gafas. —¿¡Eres tonto!? ¡Me has dicho que ella se acerca a ti! Seguro que durante estas semanas os habéis estado dando el lote por ahí; se te nota más relajado, menos... frustrado, diría yo.

El rubio volvió a suspirar por enésima vez mientras empujaba la puerta del primer sótano. Como la cafetería de personal solo se encontraba a un pasillo de distancia, pensó que, a lo mejor, sería más fácil cambiar de tema. —¿Vas a llevar café a las enfermeras de tu planta?

Sin embargo, se equivocaba. María continuó con la tónica de la noche: —Levi, aprovecha la coyuntura y no seas más tonto de lo que ya eres. Si ella se acerca a ti, es por algo. ¡No pierdas la oportunidad!

Levi dejó que su amiga cruzara la puerta primero. Dio un par de zancadas, la adelantó, guardó las manos en los bolsillos de su bata y se giró de repente, mirando a María con los ojos entornados. —Es que, pensándolo mejor, me parece un poco raro. Creo que en realidad me odia. —soltó. —Apenas la conozco. Hace nada me enteré de que es fan de Taylor Swift. 

María rodó los ojos, alzó ambos brazos y le golpeó en la cabeza. —¡Rubio y tonto, definitivamente eres rubio y tonto!

El susodicho no se ofendió y tampoco se alteró por el golpe. Continuó su camino hacia la cafetería junto a María, recorriendo el pasillo apenas iluminado. —Es verdad que me la tiraría, pero no creo que ella piense lo mismo de mí. 

—Pero- —María se llevó las manos a la cara e hizo como si gritara presa de la desesperación. Levi se limitó a observarla sin decir nada. Cuando se calmó, prosiguió: —A ver, Levincín. Te recuerdo que te he visto con la cara llena de marcas de su pintalabios y me apuesto un dedo a que, al menos, le has sobado una teta. ¿Eso no es suficiente? —Levi guardó silencio y escuchó con atención. —Es la única mujer de la que te he oído hablar en años, así que lo mínimo que puedes hacer es admitir que tienes interés en ella. Que te la quieres follar me ha quedado claro.

—Dicho así parece que soy una bestia.

—A veces puedes serlo, sí. ¡Bueno! Ese no es el tema. —dijo, agitando las manos. —Además, pasas un montón de tiempo con ella. Tienes más que excusa para intentar conocerla un poquito mejor, ¿no?

—En la Universidad y en el Hospital solo nos ocupamos del proyecto. —añadió el cardiólogo entre dientes.

—¡Pues sal fuera con ella! ¡Haz lo que hace la gente normal e invítala a una cita, bobo!

A matter of heartDonde viven las historias. Descúbrelo ahora