Capítulo XXIII

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23.

El diario que escribiste.

Me escondí lo mejor que pude para colarme en la habitación de Marinette en las horas donde ni doctores y enfermeras entran a examinarla. Lo sé. Es raro. Saberse el horario donde la chica de tus sueños está sola en su habitación. Suena muy stalker. Sin embargo, la información que me otorgo este tipo de escabullidas a ayudado a que sepa cuando y como quedarse a solas con Marinette.

Posicione el pequeño banquito cerca de la camilla, el cual frecuentemente usaba en mis visitas. Mis esmeraldas cayeron en su rostro, en el catéter en su cuello y las miles de máquinas que le permitían aun estar viva. Supongo que el tubo dentro de su boca le permitía aun respirar.

—Hola, princesa —acerque la punta de mis dedos a su mejilla, acariciando su fría piel—. Estás helada... Supongo que es lo normal.

Marinette se está muriendo.

Las palabras de Luka continuaban resonando en mi cabeza. Provocando que mis dedos se apretaran alrededor de su diario. Marinette poco a poco iba dejando nuestro mundo. En el cual debimos habernos conocido.

—Nunca te he pedido perdón por no tomarte la atención que merecías. Solo estaba pendiente de terminar el comic que Nino me había recomendado y oír las quejas de Kagami por mensaje. Debí haberte hablado, ¿Verdad? —acaricié con mi pulgar su mejilla, sonriendo con melancolía—. Es gracioso. Pensar en cómo las cosas hubieran sido diferentes si tan solo hubiéramos hablado como dos adolescentes normales. Igualmente te leería cuentos infantiles, sé que te gustan. Solo con verte con ese traje de caperucita me convence de la idea. Ahora que te vi por última vez... También lo llevabas. Lo note, pero estaba tan preocupado de abrazarte, besarte y tocarte, que no mencione nada al respecto —era verdad. Solo deseaba tenerte entre mis brazos y no volver a soltarte—. Realmente... Eres infantil, Marinette.

Una llorona de primera al igual que yo. Demasiado valiente, mostrándome una terquedad que posiblemente sea mayor a la mía. Te aterra pelear, pero cuando se trata de alguien importante para ti, lo haces sin pensar. Estoy seguro de que no posees maldad. Se que todo ser humano tiene algo de maldad dentro de sus corazones. Aunque en tu caso, diría que no existe. Ni siquiera una pisca.

—Si hubiera sido yo quien pasara por todo lo que tú has pasado... Probablemente me hubiera convertido en alguien frio y despiadado. No confiaría en nadie. Me aislaría. Buscaría pelea con cualquiera que se cruzara en mi camino. No me permitiría llorar —sé que estoy haciendo un monologo. Sin embargo, hablar con Marinette me tranquiliza. Más que cualquier cosa—. Por eso somos tan diferentes... Y nos atraemos tan fuertemente, princesa.

La mire, sonriendo con tristeza. Pensando en que tal vez, esta sería nuestra ultima conversación. Me queda poco tiempo. Si no hacía algo ahora... Marinette se iría para siempre. Solo hay cuatro horas para actuar.

Tome el diario, seguro de lo que se avecinaba.

—Perdóname por esto, Marinette —me disculpe por invadir su privacidad.

Abrí el pequeño diario, leyendo las primeras páginas. Hablaba de su vida en China y como la noticia de la mudanza le cayó como un balde de agua fría. Como tuvo que despedirse de Claude y sus amigos.

¿Quién es Claude...? Espero sea nombre de chica.

Ignore cada pisca de inseguridad con respecto a la vida de Marinette y las personas con las que se relacionó en su tierra natal. Si alguien especial existiera en este diario, no podía ser mala persona. Aunque eso significara un sentimiento especial o algo por el estilo. Eso no era importante ahora.

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