Capítulo VI

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6.

Situaciones desesperadas, medidas desesperadas.

Lo sentimos mucho. Hicimos todo lo que pudimos.

¿Por qué tuve que demorar tanto? Me pregunto si el encontrarme con Kagami antes de ir a mi destino, fue el significado de evitar el shock por este triste hecho. Mi respirar estaba agitado, por no decir también muy pesado. Los cuentos que traía en mis manos cayeron en tiempo detenido al suelo. Chocando con las blancas baldosas que pertenecían claramente al hospital

Hicimos todo lo que pudimos.

¿Qué diantres significaba eso? Mi cerebro no era capaz de entenderlo. Como si no pudiera procesar bien esas palabras. El significado de la frase no poder hacerlo.

Un sentimiento extraño. Incluso podría decir que mi cuerpo o conocimiento en sí, estaba retrocediendo. Mis manos temblaban, al igual que mis contraídas pupilas. El corazón estaba que se me salía del pecho, golpeando, golpeando, una y otra vez.

¿Qué es esto que siento? ¿Desesperación?

La señora Dupain-Cheng lloraba de manera desconsoladora, arrodillada en el blanco suelo, preguntándole a Dios porque esto les pasaba a ellos. Mientras el señor, ese hombre robusto y lleno de bondad, le rogaba a los doctores encargados de la luz de sus ojos que hicieran algo por ella. '

Ellos decían que no podían hacer nada al respecto por evitar que esa dulce y tierna luz se extinguiera. Era inevitable, imposible.

La muerte cerebral no era solucionable a manos de simples doctores.

Todo dependía del cuerpo y la resistencia de este. Básicamente el cerebro controla todo. Nuestro respirar, el palpitar de nuestros corazones, movimiento de cada uno de los músculos y la vida misma. Si cada neurona iba muriendo poco a poco, perdiendo levemente su luz, solo indicaba algo.

La propia muerte te iba apagando.

—¡¿Por qué ha pasado?! —exigió saber el padre, aferrándose a la bata de uno de los doctores—. ¿Q-Qué... le sucedió a mi hija...?

—Lo siento mucho, señor Dupain... —se lamento el viejo canoso, suspirando ante la triste situación—. Su cuerpo ha llegado al límite.

—¿Por... qué...? —la señora Sabine no era capaz de creerlo, dejando sus lagrimas caer sin control y sin importarle nada más que este triste hecho.

Mientras que yo..., ni siquiera comprendía a que se referían con tal diagnóstico, ¿Muerte cerebral? ¿Qué era eso?

Tome mi teléfono con mis dedos temblorosos y facciones perturbables, tecleando lo que dijeron los médicos.

Muerte cerebral... perdida completa de la función del cerebro. Diferente al concepto de coma, ya que esta no es la perdida de conciencia. La persona... ya no se encuentra viva. Solo puede respirar a base de un ventilador mecánico.

Ya no se encuentra viva.

No se encuentra viva.

...No... Viva.

Marinette... ¿Ya no está viva?

Mi teléfono cayo al suelo, provocando un ruido seco. Lleve ambas manos a la cabeza, tirando de mis cabellos y rompiendo en miles de lágrimas.

—¡Es mentira! —grite, negando la verdad. Negándome a aceptar esta mierda—. ¡Marinette no está muerta!

Corrí contra el doctor, siendo observado por ambos padres de la chica de sonrisa angelical y tiernas coletas. La misma que me ayudo a tener una segunda oportunidad. Mi persona amada.

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