Capítulo XVI

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16.

La historia de Marinette Dupain-Cheng II.

Aun puedo recordar bien ese día.

Jueves por la tarde, faltaban veinte minutos para las cinco. Todo el equipo de futbol entrenaba. Los gritos de los jugadores se oían en el exterior y el silbato del entrenador llenaba mis músculos de tensión. Por cada silbido, mi corazón se paralizaba.

Preguntándome:

¿Habrá terminado el entrenamiento? ¿Vendrán los chicos a cambiarse? ¿Qué explicando deberé dar por mi presencia en su camerino?

—Realmente... —musite nada convencida de mis propias decisiones—. ¿Qué estoy haciendo...? —estaba entrando a hurtadillas al camerino de los hombres. Si me pillaban en este lugar, las personas que restan de este instituto me harán la vida imposible. Si es que no me tachan de zorra o vendida, comentarios que no me sorprenderían de las chicas de esta escuela—. ¿Por qué ese chico me hablo de esto...? Si tan solo no hubiera dicho nada, yo... —aprete la carta en mis manos—. No estaría aquí metida como una estúpida, ¿No?

"Suerte".

Su mirada no decía más que eso. A decir verdad, me preocupaba el hecho de que tuviera que ver con la ruptura de Adrien y Kagami. Se notaba a leguas que era sobreprotector con su amigo, más cuando se enfrento a Kagami y su sequito de arpías.

Luka Couffaine, ¿Eh...?

Un chico que no dudo en enfrentar a la novia de su mejor amigo. Probablemente haya metido mano para que ambos terminaran. Aún podía sentir esa calidez que me brindo con su tacto. Sus manos realmente eran tiernas y cariñosas. Un chico rodeado de amor y la amistad que Adrien y el resto de los chicos le entregaban y viceversa.

Una persona que se nota muy feliz a simple vista.

Sin embargo...

Posee una mirada serena que te pone la piel de gallina. En el fondo de esas pupilas azules, se mostraba una fría oscuridad. La misma que espanto a Kagami y sus amigas ese día. Una frialdad que solo fue capaz de enseñarme en cuanto se entero de como le tomaban el pelo a su mejor amigo.

Una mirada particular y misteriosa.

Muy distinta a la dulzura de las esmeraldas de Adrien.

Fue la segunda vez que alguien gritaba enojado por mí. Pensar que fueron ambos chicos que son los más admirados del instituto. Eso me explica porque son mejores amigos. Poseen la misma mentalidad y los mismos valores.

No dudaron en enfadarse por una simple desconocida. Una extraña que solo los observa de lejos y no saben lo profundo que los admira.

Volví a mirar la carta entre mis manos, llenándome de muchas dudas. Más esa inseguridad que era parte de mi persona desde que mis pies y mi familia pisaron la tierra parisina.

—De todas formas... ¿Por qué me alentó a darle la carta? Soy una desconocida —hable conmigo misma—. Ni siquiera hablo con Adrien y no dudo en darme fuerzas para acercarme a su mejor amigo, ¿No le preocupa que sea una extraña? Mira que podría ser una asesina serial y ni cuenta se da.

Reí en mi soledad, ¿Cómo se me ocurre tanta tontería?

Me senté en la banca que separaba las líneas de casilleros por la zona media del lugar. Mirando muchas veces y por largos minutos el objeto entre mis manos. Lo había escrito hace tiempo atrás. En una de las noches donde pensaba en como Adrien Agreste me ayudo con esas chicas y las sonrisas que le entrego a una simple chica que era prácticamente un fantasma en el instituto. Cerré mis ojos, recordando su voz emocionada en cuanto observo con lujo y detalle mi croquera llena de dibujos.

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