Capítulo XXII

119 19 1
                                    

22.

Terquedad para no olvidar.

—¡Adrien! —abrí mis ojos de golpe. Viendo en primer plano un techo blanquecino con una luz intensa, junto al rostro asustado de Luka quien no me perdía detalle—. Joder... Al fin has despertado.

—¿Luka...? —una punzada, como si un picahielo fuera incrustado en mi cráneo se presento de repente. Lleve rápidamente una mano a la zona, notando una venda que rodeaba mi cabeza—. ¿Qué mierda me ha pasado?

Me levante sin escrúpulos. Cada musculo se me estrujo, sintiendo un dolor agonizante.

—Eh, eh, ve con calma, hombre —agarro mi hombro derecho, obligándome a volver a recostarme. No me negué. La cama era muy cómoda para no quedarme acostado—. Te has golpeado.

—Eso lo noto —quise ser gracioso, pero su rostro de poker me negó la risa—. Amargado.

—Adrien, te has desmayado y golpeado en la cabeza. Los doctores agradecen que no fuera una puta contusión.

—¿Cómo ha pasado? —me hago a la idea, pero quiero detalles.

El rostro de Luka me contaba con simples facciones que la caída debió ser muy fea como para terminar en una camilla con una venda en la cabeza.

—Empezaste a quejarte de un dolor de cabeza en el instante en que viste como Marinette... Bueno, después de eso. Caíste de redondo a contra la pared sin que ningún pudiera cogerte. Dándote un buen golpe en la nuca.

Joder, yo y mis caídas lamentables.

—¿Cuántos puntos? —pregunte lo obvio.

—Siete —mierda. Eran bastante.

—Tendré una cicatriz de desmadre. Al menos me vere más rudo.

—No es para la risa. Mira que, si hubiera sido una contusión, no te estarías burlando ahora.

—Lo sé, lo siento —me disculpe.

Esta ocasión senté mi cuerpecito adolorido sin prisa en la cama. Necesitaba tomar control de mi cuerpo antes de volver a caer en el vacío. Luka jugaba inquieto con sus dedos en cuanto un silencio ahogador se nos cayó. Estaba esperando a que preguntara. Lo sé. Lo conozco muy bien.

—¿Cómo esta...? —sus dedos dejaron de jugar. Mirándome con unos serios azules que espantaron mi alma.

—Estable... —susurro.

—No mientas, Luka —se a la perfección que tengo un limite de tiempo. Si eran tan pocas horas, significaba que no estaba bien. Para nada bien.

—Se encontrará estable... Mientras el ventilador le siga permitiendo a sus pulmones respirar —sentencio la noticia cruda que ya sabía.

A Marinette le queda poco tiempo en vida. Lo sé. Lamentablemente lo sé. Mire el reloj que servía de adorno en la habitación. Indicándome que eran las seis de la tarde.

"Tienes seis horas..." Eso fue lo que dijo. Lo que significa.

—Medianoche... —susurre.

—Adrien —rompió mi burbuja de concentración.

—¿Qué pasa?

—¿Por qué no te rindes ya? —pensé "he oído mal, ¿Verdad?".

|2| Guiare tu camino - MLBWo Geschichten leben. Entdecke jetzt