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Él regresó

Brigid

— Mamá, así estoy bien — Se queja Denzell ya que llevo casi quince minutos de estarle acomodando el cabello y el traje — Mamá.

— Ya, está bien — Me enderezó y hago que se de la vuelta para que se mire al espejo — ¿Te gusta? — Hace una mueca al ver que le peine el cabello a un lado — No te gusto.

— Solo un poco de copete — Se acerca al lavabo, se moja las manos antes de empezar a darle forma a su cabello — Y listo — Sonríe satisfecho — Ya estoy listo para las fotos.

— Vamos — Salimos del baño de hombres para ir rápido a la sesión de fotos donde ya nos estaban esperando todos.

Denzell corre a ponerse junto a su hermana y yo me apresuro a llegar a donde mi esposo. Miro a la cámara y sonrió antes de que el flash me deje un poco ciega. Un par de fotos más y ya estaba viendo manchas de colores por todos lados.

Al terminar con las fotos, me llevo a Denzell al piso de arriba para que se cambie ya que estaba bastante quejumbroso con que la camisa le picaba el cuello, así que decidí que era mejor que se pusiera su ropa de siempre, ya no era esencial que llevara traje ya que el baile, las mañanitas y las fotos ya habían pasado.

— Ahí te he dejado tus pantalones y tu playera — Señaló el ropero — Date prisa si es que quieres alcanzar pastel.

— Ya voy, mamá — Entra a la habitación y me quedo esperando afuera.

Veo cómo Jezabel y Araziel avanzan hasta la zona de regalos en donde todos rodean la Bugatti negra que está en medio de todos sus regalos, ese auto es uno de los regalos de Balderik.

Todo el mundo la anima a que abra algunos de los regalos que tiene y ella se va por los tres que se ven grandes. Abre uno en donde se encuentra una figura de ella hecha por un diamante y su nombre estaba escrito bajo sus pies con esmeraldas.

— Ya estoy listo mamá — Sale de la habitación un tanto desconcertado.

— ¿Todo en orden?

— Mmm no lo sé, creo haber escuchado un ruido en la ventana, pero seguramente era un pájaro o algo — Se encoge de hombros — ¿Vamos? — Sostengo su mano y avanzamos hasta las escaleras mientras escucho las voces de sorpresa por el siguiente regalo que ha abierto Jezabel.

Llevo a Denzell hasta la mesa donde ya quedaba solo la mitad del pastel. Parto una rebanada y antes de siquiera poder dársela, escucho una fuerte explosión que hace que todo se agite con brusquedad, atraigo a Denzell y lo cubro con mi cuerpo cuando el cristal se quiebra y caen los pedazos sobre nosotros, siento mi espalda y mis brazos arder por las pequeñas heridas que se me hacen. Alzó la mirada he inmediatamente reacciono al poner a Denzell detrás de mi cuando veo a un par de hombres encapuchados y con pasamontañas entrar con armas.

— ¡Hela! — Agarro mi arma que tengo en el muslo y empiezo a disparar mientras retrocedo junto con mi hijo.

Escucho los gritos detrás de mi, pero no solo tengo en mente a mi familia y en que debo sacar a mis hijos de aquí. No sé lo que ocurre, pero quiero creer que esto no se trata sobre Desmond, no quiero tener la razón al decir que todo se iría al carajo si Gian se iba de Italia.

Derribó a cuatro hombres, pero uno lanza una patada provocando que mi pistola salga volando, lanza otro golpe que me da en el rostro enviándome directo al suelo.

— ¡Mamá! — Denzell grita cuando el hombre se me viene encima.

Me golpea en las costillas y en el rostro logrando que me desoriente, siento el sabor cobrizo de mi propia sangre en la boca antes de que mi cabeza se estrelle contra el suelo, pero de pronto ya no siento el cuerpo pesado sobre mi. Suelto un gruñido llevando mi mano a las costillas, parpadeo rápidamente queriendo aclarar mi visión. Escucho dos disparos que me hacen alzar la mirada para ver a mi hijo apuntando al hombre que antes estaba encima de mi.

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